La ciudad heroica
Mario Vernal Duarte
En 1941, II Guerra Mundial. El incontenible ejército Nazi, comandado por el general Von Leeb, rodea completamente la ciudad de los antiguos zares. La idea de Adolf Hitler es tomar la capital cultural e intelectual de Rusia y con esta simbólica acción, dar un golpe demoledor a la moral del enemigo, liderado por José Stalin.
Así se inicia el 'Sitio de Leningrado', uno de los episodios de resistencia humana más impresionantes de la era moderna.
Las condiciones extremas que debieron enfrentar sus habitantes debido a los constantes ataques armados alemanes, al hambre, el frío y el terror permanente, por un periodo de tres años, trajeron como consecuencia la muerte de ¡más de un millón de civiles inocentes!, sin contar los soldados muertos en batalla y otros cientos de miles muertos en cautiverio.
El rol que los artistas jugaron para mantener en alto la moral y dignidad de su pueblo, fue fundamental en el desenlace de aquella tragedia.
La historia cuenta que durante el cerco germano, el debilitado compositor Dimitri Shostakóvich, compuso su Séptima Sinfonía, hoy mundialmente conocida como 'Sinfonía Heroica', en honor a la actitud valiente de los habitantes de la ciudad.
Al terminarse la obra, los músicos que aun sobrevivían, comprendiendo la trascendencia de aquella creación, decidieron estrenarla en el destruido teatro, pese al peligro que aquello significaba debido al intenso bombardeo alemán.
Dando muestras de gran coraje se juramentaron a no dejar de tocar durante la hora y media que tomaría la ejecución de la sinfonía, aunque llovieran proyectiles sobre ellos y ¡cumplieron!
Esta decisión de inmolarse generó tal impacto que fue transmitida en directo a importantes ciudades del mundo, como Londres, París y Moscú, por la única radioemisora que logró poner en el aire la señal.
El ejército alemán, al enterarse de semejante demostración de dignidad y heroísmo proveniente de artistas orgullosos de su patrimonio cultural, entendieron al fin (así lo dicen sus propios historiadores) que no sólo enfrentaban a soldados, sino a algo mucho más poderoso ¡la tradición de un pueblo orgulloso de su historia!, cayendo en cuenta que esa guerra jamás podría ser ganada.