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Los secretospara cumplir50 años dematrimonio

Historia. Ella estudiaba para asistente social, él trabaja en el municipio...

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'La clave de todo está en el amor y el respeto. Hemos permanecido juntos gracias al entendimiento y el aprecio mutuo', confidenciaron Raquel Pardo y Rodolfo Flores, que cumplieron 50 años de feliz matrimonio.

Aseguran que estar tanto tiempo juntos es un 'arte', porque tiene varios ingredientes. Nunca han tenido una palabra fuerte entre ambos, y el haber madurado siendo jóvenes, les permitió llegar a buen puerto.

Tienen una linda historia de amor, de esas antiguas, que no mueren con el paso del tiempo. Rodolfo Flores trabajaba en el Departamento de Rentas de la municipalidad cuando conoció a Raquel, quien llegó hasta esa repartición para solicitar un permiso y poder realizar una fiesta mechona en la recién creada Universidad de Chile. Raquel estudiaba para asistente social y llegó a Antofagasta procedente de Iquique.

En ese tiempo había que tener autorización para hacer la fiesta, que se realizaba hasta cierta hora. 'Ella me agradó y le dije algunas tallitas, siempre con el debido respeto. Yo tenía 22 años y ella 21. Le dije que en la noche tenía que ir a fiscalizar la fiesta, pero eso no era real, yo quería ir a la fiesta para verla. Entonces fui a la fiesta que se realizaba en Antonino Toro con Carrera, donde estaba la sede la U. de Chile', precisó Rodolfo.

Esa noche la invitó a bailar, pero no hubo mayor contacto.

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Tiempo después trató de ubicarla, porque se había 'enganchado' de ella, a través de algunas amigas. 'Hasta que logré contactarme con ella y fue a visitarla al hogar universitario. Nos hicimos amigos', explicó.

Raquel también recordó con nostalgia aquellos tiempos. 'Vivía en el hogar universitario y allí todo estaba organizado y tenía su horario. A las 7 de la mañana había que desayunar y por la tarde nos esperaban a las 8 para cenar. La puerta se cerraba a las 9 de la noche'.

Agrega que 'las asistentes sociales teníamos que tener una moral intachable, con decirle que cuando comenzamos a pololear, yo estaba haciendo la práctica en la municipalidad y pasábamos por la avenida Brasil y si había trabajadores municipales, nos soltábamos de la mano ', comentó.

Durante cinco años mantuvieron el pololeo, hasta que ella terminó su carrera. En los veranos se iba a Iquique para estar con su familia. El como buen enamorado se subía a escondidas al tren que la llevaba a la Primera Región, y la acompañaba por algunas estaciones, como por ejemplo, Playa Blanca, La Negra y Portezuelo.

Portezuelo

Después él la sorprendía en pleno viaje, pero se bajaba en Portezuelo. Tomaba un tren de pasajeros que provenía de Bolivia y que llegaba a la estación de Antofagasta. Tenía escasos minutos para hacer el transbordo.

Cuando Raquel terminó sus estudios se fue con sus padres a San Felipe y allí se quedó por casi un año. La relación se mantuvo sólo a través de cartas. Pero un trabajo la estaba esperando en la Municipalidad de Antofagasta, ya que había hecho su práctica profesional. Eran los tiempos de Santiago Gajardo.

Ambos pensaban que la relación no seguiría, porque pasaron varios meses. Hasta que a finales de ese año (1962), Rodolfo recibió una carta de Raquel, donde le preguntaba si aún estaba vacante el trabajo en la Municipalidad.

El averiguó y le respondió que efectivamente estaba el puesto para ella. Entonces se vino y comenzó a trabajar en el municipio, y después comenzó a trabajar en el Hospital Regional. Trabajó años en los dos servicios.

La relación se reanudó. Fue así que en 1964 decidieron casarse. Rodolfo tuvo que viajar a Iquique para sorprenderla una vez más. Se presentó en la casa de sus padres para pedirle matrimonio en forma oficial. 'Yo tenía tanto miedo, casi me morí. Pensé que mi padre se iba a enojar, pero él respetuosamente lo invitó a pasar y cenamos. Después regresamos a Antofagasta', dijo Raquel.

Fue así que decidieron unirse para siempre. El matrimonio fue bendecido con la llegada de dos hijos; Igor, que es arquitecto, y Milton, que es ingeniero comercial.

Los nietos conforman el feliz cuadro. Igor que vive en Antofagasta es padre de Ignacio de 12 años, y Milton que está radicado en Concepción, tiene dos hijas, Constanza (18) y Natalia (15).