La infraestructura de Chile exhibe cambios relevantes en las últimas décadas. Nuevas y/o remozadas carreteras, estadios, puertos, puentes y aeropuertos han cambiado la geografía del país y solucionado exigencias propias de una nación que transita por una senda de crecimiento económico.

Respecto de los aeropuertos, tanto nuevos como remodelados, muestran arquitecturas modernas, funcionales y atractivas. Ejemplo de ellos son los de Arica, Iquique y Copiapó, ¿y cómo andamos por casa? Ciertamente Cerro Moreno se había quedado atrás. Hoy se encuentra en plena ampliación de sus instalaciones y, obviamente, se aprecian situaciones incómodas, propias de una obra que se ejecuta sin dejar de operar y atender a una gran masa de público.

De todas formas quisiera señalar un par de situaciones anómalas que se aprecian actualmente y que, se espera, solo sean producto de las condiciones en que se trabaja y que, una vez terminada las obras, éstas sean solucionadas. Una de ellas es la existencia de carros portaequipajes oxidados, que parecen haber sido dados de baja de otros aeropuertos y que denotan una clara falta de respeto hacia quienes los utilizan. Además los nuevos carros, que los hay, tienen un pésimo diseño que los hace inestables. El otro punto negro son locales comerciales de tercera categoría, sin ningún aporte estético, pero con precios que asemejan a restaurantes de cinco tenedores.

Aparte de estas situaciones, perfectamente subsanables, hay otra más compleja de cambiar, ésta es el diseño del actual edificio. Sin duda que el antiguo estaba out para las necesidades actuales, sin embargo su estructura reflejaba una solidez, que hacía pensar en una construcción definitiva, mientras que el nuevo proyecto con una techumbre de lona, insinúa que se trata de algo provisorio, liviano, digno de un campamento. Una solución temporal para una ciudad de paso, así habrán pensado sus creadores.

La señalada lona ya acumula una importante capa de polvo, que la hace mostrarse sucia y deslucida ¿el contrato de concesión tendrá considerada su limpieza frecuente? En todo caso el tema de fondo es la nula participación de una visión local en los proyectos concebidos en Santiago, tal como se apreció también en la doble calzada a Mejillones. Sin duda que Antofagasta carece de voz a nivel central.

Hoy, durante esta jornada, serán cientos, o quizás miles, los chuquicamatinos que regresarán a su tierra desde distintos lugares de la región y el país. Es probable que también de otros lugares del planeta se hagan presentes.

Intentarán revivir parte de una historia gloriosa como pocas, y sencillamente única, iniciada con los atacameños y consolidada, ya con la República, cuando la empresa Guggenheim Bros, de Estados Unidos, produjo la primera barra de cobre fino el 18 de mayo de 1915.

Desde entonces, Chuqui fue un hervidero de gentes que han marcado la historia moderna del país. Chile, como nación y Estado no pueden entenderse sin la mina y el campamento. Resulta imposible por la magnitud de la riqueza generada.

El cobre ha sido la viga maestra de la economía nacional y muchas de las carreteras, programas sociales, obras públicas y un cuanto hay, ha sido posible por la gran minería y especialmente por Chuquicamata, la famosa mina a rajo abierto más grande del planeta.

La mina es parte de Chile y siempre protagonista de las grandes historias, como la nacionalización del cobre en 1971.

Y es cierto que a veces, la faena parece más gigante que el conjunto que involucra a las miles de personas que allí entregaron lo mejor de sus vidas.

Exsoldados de la Guerra del Pacífico, extranjeros, personas del sur en búsqueda de una oportunidad; muchos tuvieron su oportunidad en un campamento que vivió entre 1915 y 2007, como una de las mayores curiosidades de Chile.

Durante estos días, muchos de sus hijos han recordado sus vidas allí; y siempre llama la atención ese amor que los une a un lugar que fue inigualable; que fue una especie de gran familia con varias generaciones disfrutando y sufriendo con las características propias de la vida. Inevitablemente, sus historias recuerdan a la de los pampinos.

Chuquicamata y toda nuestra Región han entregado tanto a Chile y cuán poco ha vuelto de regreso. Esa es una de las grandes penas de lo ocurrido.