Mi amigo Mario Requena
'Cuando un amigo se va/Queda un espacio vacío/Que no lo puede llenar/La llegada de otro amigo'. Quise comenzar así mis palabras, pero se me anudó la garganta, Despedía a mi amigo de medio siglo, Mario Requena Pardo, con quien compartí las duras, las maduras, las buenas y las no tan buenas.
De Mario adquirí el oficio de Reportero Gráfico. No siempre con palabras muy santas, pero sí con muchas, muchísimas horas encerrado en un cuarto oscuro. Mañas y secretos de la bella fotografía en blanco y negro.
Hombre hecho para el sufrimiento, perdió a su padre -José- en un accidente en el Muelle Histórico, el año 1952. Inés, su madre le siguió a los dos años. Adolescente, se vio solo y golpeó puertas: La del 'abuelo' Solar. La de los Véliz y la de los Alvarado. Fue un hijo más para mi padre. Crecimos y crecí a su alero. Me hice testigo de su matrimonio con Dániza y entretuve a sus hijos Yovani y Vladimir.
Luego de fotografiarlo todo en el Hotel Antofagasta de los sesenta, ingresó al diario 'El Norte', llevándome a esa aventura. Luego a 'La Estrella del Norte', en 1968. (Otra vez yo, como su sombra, tras sus pasos). Compartimos los dolorosos años del ejercicio periodístico durante la tiranía, viviendo aquellos episodios muy peligrosos para la profesión que pocos veían o creían.
Poco a poco, con cada click de sus cámaras, fue retratando la historia de su ciudad. Contestatario al límite de la insolencia, reprochaba, reprobada, discutía. Pero detrás de aquello, hubo dejos de ternura y amistad para sus colegas nuevos. Fue un padre para muchas de las plumas que hoy escriben la noticia diaria.
Pero el norte tiene lo suyo: especialmente Antofagasta, en cuyas aguas acecha el mortífero cáncer. 'Todos nos vamos a morir de lo mismo…' -me aseveró cuando supo que el mal estaba declarado. Luchó pero se resignó…
Por eso, ese par de lágrimas viriles que derramé por mi amigo. Y por le eso dije cuando lo sepultaban… ¡Allá nos vemos, Mario Requena, amigo eterno!