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Andrea Amosson: la pampina que conquista el mundo de los libros

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El ADN de pampina lo lleva en la sangre? Y lo dice con orgullo, con pasión. Su mundo transita entre la lectura, su familia y la creación de personajes cargados de impronta femenina, fiel a un estilo que cultiva por años y que ya la sitúa como una promisoria escritora en el firmamento literario.

Si bien nació en Antofagasta hace 40 años, sus recuerdos se trasladan en forma teledirigida a la oficina Pedro de Valdivia, lugar donde trabajó por años su padre y abrazó con fuerza la magia del desierto infinito, aquél que está a miles de kilómetros de distancia de Dallas (Estados Unidos), su actual residencia.

En 1996, Andrea Maluenda Herrera (hoy Andrea Amosson, por el apellido de su marido) egresó de la carrera de Periodismo en la UCN. De ahí no tardaría mucho en sumergirse en el mundo de la literatura y dar rienda a sus primeros escritos.

Para quienes conocen a esta escritora, es imposible olvidar su risa fácil y sonora, acompañada de una personalidad amistosa pero fuerte a la hora de enfrentar el debate, quizás de ahí proviene su relato marcado con voz femenina.

Pero su antes y después viene en 2005, cuando comienza un peregrinaje por distintas latitudes del mundo con el sello de inmigrante. Serbia, Costa Rica, España y Estados Unidos han sido sus destinos durante los últimos nueve años.

Con una novela y una serie de publicaciones en Chile y el extranjero, hace pocos meses vino al mundo su segundo hijo literario ("Cuentos Encaderados"). Este libro, en castellamo e inglés, es un conjunto de relatos que gira en torno a las historias de mujeres con carácter y decisión.

¿Cuál es la esencia de "Cuentos Encaderados" y cómo se gestó?

-La esencia es la fuerza y la valentía de mujeres, que a lo largo de la historia, en distintas circunstancias, tratan de abrirse un espacio propio o recuperar aquello que han perdido. La esencia es ese espíritu guerrero que cada mujer lleva adentro y que, aunque a veces dormido, hay situaciones que lo despiertan. Se gestó "en las caderas", es decir, en esos procesos que son tan íntimos de la mujer.

¿Qué te apasiona más de tus personajes?

-Su originalidad, la manera que tienen de ver el mundo. La forma como se proveen de lo que necesitan, en el momento exacto; a veces pasando por encima de otros, o con delicadeza y tacto. Me apasiona cómo se presentan en mi cabeza, generalmente una voz nada más, sin cuerpo ni rostro. Sólo una voz que empieza a contar una historia y no se quedan en silencio hasta que no me pongo a escribirla.

Y por qué siempre las mujeres como protagonistas. ¿Hay un contexto feminista en tu propuesta?

-Durante mucho tiempo escribí cuentos e incluso un intento de novela, en que los hombres eran los protagonistas. Sin embargo, considero esa etapa literaria como parte de una búsqueda de mi propio estilo. Poco a poco evolucioné hasta encontrar una voz propia. Más que un contexto feminista, creo que hay un contexto de mujer.

¿Cuál es el mayor "pecado" de las escritoras?

-No quiero hablar en términos generales, pero si tuviera que elucubrar, diría que es "el no creerse el cuento". Nos da susto, nos da pudor, no nos creemos lo suficientemente buenas? ante el primer rechazo, nos derrumbamos y renunciamos. Lo digo porque me ha pasado infinitas veces.

¿Qué te parece el libro "Las 50 Sombras de Gray"?

-Para ser sincera, no lo he leído. Pero lo que he oído es que ha llevado a las mujeres de vuelta a la lectura. Todo autor que tenga la capacidad de atraer a sus lectores, de crear historias que atrapan, personajes interesantes y tener la constancia para terminar su trabajo, es aplaudible. Veré si en algún momento lo leo. Leyendo también se aprende a escribir.

¿Vivir en Serbia te acercó aún más a las letras por todo lo que viste y observaste durante tu estada?

-Sí, me acercó todavía más al español. Mis primeros meses en Belgrado, la capital de Serbia, fue una especie de isla en términos lingüísticos, no conocía el idioma ni menos el alfabeto, que es cirílico. Me perdía en cada vuelta por la ciudad porque no podía leer los nombres de las calles. Me volqué a la escritura, a la lectura y los tres discos que tenía con música en español. En ese momento valoré todavía más la belleza del castellano.

¿Cómo ve una pampina el mundo desde otros países?

-Con la misma vastedad y amplitud del desierto de Atacama, donde crecí. Y a la vez, con una mirada siempre inocente, siempre provinciana. Es muy difícil ser inmigrante, a veces quisiera que la gente me tuviera más paciencia o me miraran con ojos menos racistas o me trataran como alguien normal, no inferior. Sufro mucho desde aquí cuando oigo comentarios racistas que circulan en Antofagasta, en contra de los inmigrantes. El desarraigo es un dolor que se lleva siempre.

¿Y qué sabes del movimiento antofagastino, donde hay importantes nombres como Patricio Jara?

- Me encanta saber que mi ciudad natal es tan fértil en temas artísticos. Lo que más me fascina es cómo ese paisaje tan agreste, tan inhóspito, es capaz de dar tantos frutos. He oído de Patricio Jara y lo más probable es que nos hayamos cruzado por el Paseo Prat en nuestros tiempos mozos? Siento orgullo de los éxitos que cosechan mis coterráneos.

¿Presentarás tu libro en Antofagasta?

-Lo más probable es que presentemos en Antofagasta el segundo volumen de cuentos, que está programado para el 2015. Me hace falta ir a mi tierra a recargar las energías. No hay un lugar en el mundo donde yo me sienta tan a gusto como en el desierto de Atacama.

¿A quién o quiénes recuerdas con especial cariño en tu ciudad?

-A toda mi familia nortina, amigas de época de colegio, amigos de universidad y mis amigos y compañeros de curso de la oficina Pedro de Valdivia. Además; y curioso, pero cierto, a mis profesores de castellano tanto del British School, Sergio Peralta; y de la Norte, Irene Ramallo. Jamás fui de sus alumnas favoritas, recuerdo a la profesora Ramallo refiriéndose a mí como la "alumna de la risa molesta". Sin embargo, las lecturas de Peralta y las clases de ortografía y gramática de Ramallo, son enseñanzas que atesoro hasta hoy.

¿Cuál sería tu gran sueño como escritora?

-Mi gran sueño siempre fue conocer a Gabriel García Márquez y agradecerle por sus hermosos libros, algo que ya no es posible. "Cien años de soledad" fue el libro que me abrió las puertas al mundo literario.

¿Otro fútbol?

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Miro a nuestra selección de fútbol, que se bate con entereza. Rodeado de jóvenes, que beben cerveza y comen "choripanes". Y que, viendo el mismo partido, hablan otras cosas. Casi no entiendo. Lo único que reconozco es el balón, que sigue siendo el mismo. Y los arcos, que están donde mismo.

Hablan del director técnico, criticándole por no mandar a Fulano como "carrilero" y correr a Sutano como "líbero". Otro afirma -convencido- que Mengano es buen "stopper". Y el comentarista elogia al "volante con llegada", porque coincide con la función que cumple el "enganche". Uno asegura que Pedro lo hace mejor como "punta" y que Juan se defiende bien como "lateral volante".

Discuten, indicando si Diego es superior a Jacinto como "volante de creación".

Se vienen a mi memoria los nombres de Darío Verdugo y Sergio Silva, que electrizaban con sus relatos. Ellos hablaban del "back centro", del "centro half", del "centro forward" y del "wing derecho". Aunque era en idioma sajón, en aquellos años yo entendía el puesto y la función que éstos cumplían en el campo de juego.

Recordé que alguna vez usé "zapatos con puentes", hechos para jugar en canchas. Y que la pelota tenía un enorme "pituto"? Había que ser "gallo" pa` cabecear un centro o hacer un rechazo de cabeza. Pelotas a las que había que engrasar las costuras todas las semanas. Y conocí a algunos artesanos que cosían pelotas de futbol: uno de ellos merodeaba la Plaza Colón.

Cuando escuchábamos los partidos, todos guardábamos un silencio sepulcral, para no perdernos el relato. Ahora, con la imagen en una enorme pantalla, unos comen, otros beben, algunos comentan y hablan a voz en cuello. Si se pierden un gol, esperan un instante y viene en seguida la repetición: una, dos, tres veces.

Me resisto a creer lo que es una realidad y no un mito. Vivimos un mundo diferente. Y -por ende- vivimos y vemos -también- un futbol distinto?

Sólo el gol sigue siendo el mismo y se grita igual?