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Empecemos ahora

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Sergio Gaytán M

Frente a los continuos remezones, nuestro comportamiento ha sido el de peatones disciplinados, calmados, observadores, obstinados con nuestro modesto celular, aquel que no recibió las monótonas, repetitivas y castizas instrucciones.

¿Acaso no habrá una voz nacional?; tratando infructuoso de comunicar a los otros nuestra situación; sin embargo, qué esperamos para sancionar a los cientos de automovilistas que no respetaron el código de los colores del semáforo, que no tuvieron ninguna contemplación con las personas ni menos con la velocidad o de aquellos sueltos de cuerpo, al igual que los profesionales del volante, que no se cruzan el cinturón y no trepidaron en lanzarse contra el tránsito.

Unos y otros, energúmenos totales, en sus corazas metálicas incluso con papeles vencidos. Total, la multa diaria no supera los 170 pesos.

Es hora de que empecemos la reingeniería de la ciudad. Tanto por desbrozar, sacar, extirpar e incluso, miles de millones por ahorrar.

Erradiquemos el edificio gubernamental de su actual lugar; no es época de privilegios centralistas, convirtamos la añosa plaza en una gran área verde, un pulmón oxigenante, demos vida al nuevo siglo, por cientos de años contaminado y contaminante.

No permitamos, desde hoy, que se construya el hospital donde está planificado, a escasos metros del mar y con una polución que generan cientos de buses de un terminal que no se detiene ni se detendrá; dejemos de seguir despilfarrando dineros en un muelle, el Muelle del Ferrocarril, que de histórico nunca tuvo nada y que igual se lo va a llevar el fenómeno del mar, al igual que la mole azul y antiestética.

Párrafo aparte merecen los abusos. Los colectiveros volvieron a hacer el pinito. A los escasos minutos el pasaje se había triplicado; demos penas ejemplarizadoras a los especuladores; rediseñemos la ciudad para estos eventos, demarquemos vías exclusivas de subida para peatones y otras para los histéricos del volante, pero empecemos a ahora. Mañana será demasiado tarde.

Juan Bravo: forjador y artesano del patrimonio de Antofagasta

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Las heridas en sus manos delatan los más de 50 años que lleva moldeando y dando forma al hierro forjado a golpe de martillo que luego se transformará en bellas esculturas confeccionadas en metal.

Juan Bravo Burgos (73) cultiva en un pequeño taller en el patio de su casa un oficio que hoy pocos se aventuran a seguir. Artesano y forjador en hierro. Por años fue el encargado de restaurar y devolver su esplendor a la mayoría de los monumentos en metal y piezas artísticas que adornan las calles de Antofagasta.

Su trabajo como forjador lo heredó de su abuelo, quien fue el maestro de él y su padre, en la técnica de fraguar el fierro. Estas enseñanzas y habilidades hoy las traspasa a jóvenes artesanos que visitan su taller para empaparse de su experiencia y conocimiento como maestro forjador.

"Antiguamente este trabajo tenía mucha demanda. Se confeccionaban herraduras para los caballos, faroles y rejas de estilo colonial. Ahora todo viene de fábrica", explica Bravo.

Sin embargo, este artesano comenta que está empeñado en continuar con este legado familiar. Incluso, aún sigue exponiendo sus obras al público recogiendo cada invitación.

"Cuando no trabajo el metal empiezo a envejecer. Siempre estoy creando, haciendo esculturas para mantenerme activo. Ahora me invitaron a exponer mi trabajo en Mejillones, donde también existe la posibilidad de crear una escultura para la comuna", asegura.

Entre los trabajos más conocidos de Juan Bravo se encuentra la escultura del primer obispo de Antofagasta, monseñor Luis Silva Lazaeta, elaborada en cobre, bronce y fierro forjado, que descansa en la Plaza Colón frente a la Iglesia Catedral.

Otra de las obras de este artesano en metal es el plano fundacional de Antofagasta que se encuentra empotrado en pleno Paseo Prat.

Entre sus herramientas de trabajo que utiliza para elaborar las obras, Juan atesora en su taller un fuelle con más de 100 años de historia, fabricado en pino oregón y cuero de cabra, que utiliza para avivar el fuego. Esta pieza la heredó y pasó por las manos de su abuelo y su padre.

"Tenía como 12 años cuando comencé a tirar este fuelle ayudando a mi abuelo. Mi afán es utilizarlo para hacer exhibiciones al público en las plazas para que conozcan cómo se trabajaba antiguamente el metal y así mantener vivo este oficio", explica Bravo.

Desde hace dos años Juan Bravo Burgos dejó de ser el restaurar de los monumentos y obras en metal de Antofagasta. Asegura que no fue una decisión de él. Hoy la mantención de estas obras están a cargo de una empresa privada.

"Los monumentos no se están restaurando como se debe. Por ejemplo en la escultura en bronce de Bernardo O'Higgins que está en la municipal, me demoraba cerca de treinta días en restaurarla con un trabajo meticuloso. Ahora la empresa que está a cargo lo hace en dos días", enfatizó el artesano.

El año pasado la municipalidad le solicito a Juan Bravo un catastro de las obras y monumentos de la comuna para evaluar su estado. El resultado fue lapidario. Según el forjador cerca del 80% de las esculturas se encontraban con algún tipo de daño, ya sea por una mala mantención o por actos de vandalismo. La situación no ha cambiado.