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La chaqueta de salvador

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Osman Cortés Argandoña

Las contradictorias posiciones ideológicas no pueden desperfilar la icónica imagen que se produjo al mediodía del 11 de marzo en el Congreso con la entrega de la banda presidencial por parte de la senadora Isabel Allende a la presidenta electa Michell Bachelet.

El iconismo político es historia y simbolismo. Y esa imagen la tuvo traspasando tiempos e ideologías, desbaratando fanatismos fascistoides.

Al observar a Isabel Allende y esa natural emoción en su rostro, recordamos un instante similar el año 2009 cuando dialogábamos con la actual senadora en Radio Universidad de Atacama, en Copiapó.

Le relatamos una conversación que sostuvimos con su madre, Hortensia Bussi el año 1989 en su retorno a Chile del exilio. Además de recordarle a la esposa de Salvador Allende que el presidente obtenía mayoría absoluta en el pueblo de Tierra Amarilla, catorce kilómetros al interior de Copiapó, en cada elección, le consultamos por el último día que estuvo con su marido, la noche del 10 de septiembre de 1973.

En Tomás Moro, recordó Hortensia Bussi, ya al atardecer del 10 de septiembre, Salvador Allende se observaba ante un espejo luciendo una chaqueta adquirida en México por su compañera.

La reflexión del presidente democrático no dejó de preocuparla: "Ojalá pueda continuar usándola".

Isabel no conocía la íntima escena que le estábamos narrando. Dejó fluir su emoción en la entrevista radial con un rostro idéntico al del 11 de marzo al ocupar la posición de su padre hace más de cuatro décadas.

Al momento de relatar el doméstico hecho, Hortensia nubló su clara mirada con una intensidad difícil de olvidar 25 años después.

Las ideologías son dialécticas lo que no nos permite confundir los socialismos de renovación con la renegación donde la adecuación de propósitos se estrella contra esa inmensa actitud de un hombre frente al mandato de un pueblo ese mediodía del 11 de septiembre de 1973 premunido de esa emblemática chaqueta mexicana.