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Experiencias y desafíos ante catástrofes en el Hospital de Antofagasta

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En los desastres naturales del aluvión de 1991, en los terremotos de 1995 y 2007, como también en el reciente evento telúrico ocurrido en todo el norte del país, en mi calidad de médico especialista, exdirector del Hospital, actual presidente del Colegio Médico Regional Antofagasta y gracias a mi preparación en Israel, me ha tocado encabezar la aplicación de planes de evacuación, emergencia y seguridad en el Hospital Regional de Antofagasta.

Por esto mismo, he sido testigo de los acontecimientos más terribles que han afectado el normal funcionamiento en el principal recinto asistencial de la región.

En el caso del aluvión, entre los principales problemas, destaco las complicaciones en el difícil acceso de ambulancias hasta sectores altos de la ciudad, vehículos que en ese entonces, carecían de tracción a la cuatro ruedas. Esto último, complicó mucho el rescate de pacientes y heridos, situación que con el paso de los años, pudo ser superada, gracias a la adquisición de vehículos con esta condición técnica.

El segundo gran problema del aluvión, fue la masiva llegada de pacientes y heridos al hospital, que luego de ser arrastrados por las aguas, sufrieron graves pérdidas de piel y tejidos blandos, además de la obstrucción de vías respiratorias por ingestión de barro. En esa oportunidad, la insuficiencia de equipos y especialistas para poder mantener las vías aéreas libres de los pacientes, hicieron muy compleja la atención de los casos más graves.

Más tarde, en el terremoto de 1995, el primer gran desafío fue superar el pánico de pacientes y funcionarios, luego de la fractura de cuatro de los seis pilares del área sur del hospital, con lo cual tuve que dirigir por primera vez en el recinto hospitalario, la evacuación horizontal del edificio hacia el ala norte.

Posteriormente, una vez ocurrido el evento telúrico, me aboqué de manera urgente a acelerar la inmediata intervención del edificio, la que se efectuó por parte de ingenieros de la Universidad Católica del Norte.

La reparación de los pilares del hospital de Antofagasta, tuvieron un costo de 500 millones de pesos, cubiertos con fondos públicos. Tanto en esa época, como también en el terremoto de 2007, con epicentro en Tocopilla, solicitamos como Colegio Médico, la construcción del nuevo hospital Marcos Macuada, como también la incorporación de esta variable sísmica para el futuro nuevo hospital Regional de Antofagasta, siendo escuchados y apoyados por las autoridades.

Es así que logramos imponer la obligación que todos los nuevos hospitales de la región cuenten con disipadores de energía para sismos de gran envergadura.

Gracias a lo anterior, hoy los planes de emergencia vertical y horizontal, forman parte de los sistemas de evacuación de nuestro hospital, que son aplicados hasta ahora con éxito. Sin embargo, por su importancia hemos sugerido que los constantes cursos de preparación en desastres en Israel para personal de los hospitales del norte de Chile, sean retomados tal como se hizo en el pasado.

Otra deuda pendiente, es retomar los procesos de revisión estructural constantes del edificio del Hospital Regional de Antofagasta, así como también la realización de un necesario ejercicio de evacuación total del hospital hacia el patio de la escuela ubicada a un costado de la Corporación Municipal, en la avenida Argentina con General Velázquez.

En este último sismo, como Colegio Médico, vemos con preocupación la dañina utilización de vehículos durante las evacuaciones, que deben efectuarse a pie, dado que esa innecesaria actitud puede producir más muertes y heridos que el evento mismo.

Otro aspecto que debe ser solucionado de inmediato por las autoridades, es la excesiva presencia de contenedores y cargas peligrosas por largo tiempo en el puerto, lo que se debe sumar al libre tránsito inmediato y expedito de los ciudadanos a pie por las instalaciones del ferrocarril, aspectos que de no solucionarse representa un inminente peligro para los antofagastinos.

Siempre se dice que nuestro país está acostumbrado a los sismos. Sin embargo, estos eventos causan conmoción en la comunidad. ¿Cómo responde el ser humano frente a estos fenómenos? Yo diría que puede reaccionar de tres maneras:

1. Entre el 10 y 20% de la población afectada tiene respuestas "adaptadas", es decir, que tienen capacidad de mantener la calma, enfrentar el miedo y adoptar medidas de protección y ayuda a los compañeros. Generalmente son personas informadas o preparadas, con capacidad de mando y elevado sentido de la responsabilidad cívica y moral.

2. Las respuestas inadaptadas, en tanto, se presentan el 20 y el 25% de los afectados, quienes pueden presentar desde reacciones emocionales intensas como pánico y descontrol, hasta comportamientos de agitación, inhibición, negación y oposición.

3. La respuesta más común, que afecta al 50 al 60%, de las personas víctimas de una catástrofe, las sufren aquella personalidades más influenciables, inseguros e indecisos. Actúan bajo la presión de los demás y pueden dirigirse hacia conductas de cooperación y socorro o hacia la inhibición, el pánico, y la fuga. A este sector se dirigen los esfuerzos y medidas preventivas como la información o el entrenamiento.