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50 tortugas abandonadas llegan hasta centro de UAEn proceso de recuperación

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Lo que comenzó siendo una novedad para los niños y que se compra a un bajo precio en las mascotecas está por convertirse en un verdadero problema sin que exista una verdadera solución.

Las tortugas de orejas rojas (Trachemys scripta elegans) se venden en las mascotecas a un promedio de $2 mil. En ese momento se trata de pequeños animalitos, de no más de 5 centímetros de largo, que normalmente son comprados casi como juguetes para los niños.

A esa edad se alimentan de pelet y pequeños camarones, sin embargo, cuando comienzan a crecer se convierten en un problema, porque ensucian las casas y hasta dañan algunos enseres. En su edad adulta pueden llegar a medir hasta 30 centímetros y su alimentación es principalmente carnívora.

Provenientes del sureste de Estados Unidos y el noreste de México, se han convertido en un buen negocio para quienes se dedican a la venta de animales. Incluso hubo una fuerte polémica el año pasado cuando a través de las redes sociales comenzaron a comercializarse este tipo de tortugas al interior de llaveros, delito que hasta hoy es investigado por la PDI.

El doctor en Biología Carlos Guerra, director del Centro de Rescate Animal de la Universidad de Antofagasta, contó que en el centro han recibido al menos unos 50 ejemplares de edad adulta, que han sido abandonados por las personas en distintos puntos de la ciudad.

"Es muy grave, porque la gente cuando ve que estos animales dejan de ser tan pequeños como cuando los compraron y se transforman en un problema los abandonan a su suerte y los dejan sin alimento, lo que también constituye un tipo de crueldad animal", dijo.

La situación ha sido tan complicada en algunos casos, que se han encontrado estas tortugas abandonadas a la orilla del mar, considerando que su hábitat natural es en agua dulce.

"Lo que pasa es que la gente compra este tipo de mascotas y no se informa antes de cuáles son los cuidados especiales que necesitan. Muchas veces las compran casi pensando que son un juguete para los niños y no se dan cuenta que son un ser vivo, que requiere preocupación y responsabilidad", dijo Guerra.

La situación es grave porque el espacio que tiene el Centro de Rescate de la Universidad de Antofagasta está saturado. Las tortugas tienen una esperanza de vida que puede incluso superar los 30 años, lo cual significa que no tienen cómo recibir más ejemplares de esta especie.

Guerra advierte que uno de los factores más complicados es que las tortugas no pueden ser liberadas en ningún lugar, porque no se trata de una especie que tenga su hábitat dentro del país. Por lo que abandonarlas en algún lugar, podría causarles la muerte o bien un daño irreversible en el ecosistema.

Por otra parte, tampoco es posible enviarlas de nuevo a sus países de origen, ya que las normas sanitarias de esos países evitan el ingreso de ejemplares que puedan venir contaminados o que puedan ser portadores de enfermedades que no están en otros países.

"Se trata de un problema internacional, aunque parezca raro decirlo, porque la solución no la podemos dar en Chile, salvo cerrar la frontera para la importación de estos anfibios, como así mismo ejercer algún control respecto de su tenencia responsable, aunque esto último es mucho más difícil", dijo Guerra.

Dayán Piñones, veterinaria del Servicio Nacional de Pesca en Antofagasta (Sernapesca), explicó que la entidad no tiene facultades para frenar ese tipo de importaciones y que dicha facultad recae en manos de la Subsecretaría de Pesca, que emite los listados y las certificaciones.

De igual forma, el Sernapesca anunció que comenzará una fiscalización respecto de estas tortugas desde Arica a Antofagasta en las mascotecas, para determinar si la presencia de las tortugas de orejas rojas, constituyen una plaga.

Esta información se le hará llegar a la Subsecretaría de Pesca para que sea esa entidad la que tome la decisión final respecto de la llegada al país de estos ejemplares.

El Centro de Rescate de la UA está pensado para albergar a animales enfermos, entre ellos hoy se mantienen tres ejemplares de búhos que están imposibilitados de volver a su hábitat. También hay dos parejas de pelícanos, que fueron encontrados con lesiones severas, además de un criadero especial para gaviotas garumas en edad de volantones.