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Los despachos

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Jaime N. Alvarado G

on ese nombre los almacenes pequeños, que había en las esquinas del barrio. De preferencia vendían carbón, leña, parafina y pasto. También ofrecían afrecho y frangollo, con que alimentábamos las aves de corral.

Allí conocimos las "romanas", cuyo cuello de bronce llevaba el registro del peso, que se equiparaba con el de la poruña. Se desplazaba hasta que el equilibrio señalaba el "fiel". Ese era el peso justo.

También conocimos las medidas para los líquidos, desde el pequeño "cuartillo" hasta el litro y/o el galón. Supimos de las "colizas" de pasto, que otros llamaban "fardos".

En esos despachos aprendimos las tablas de multiplicar. A sumar y a restar. A pagar y recibir los vueltos justos, sin engaños. Con esa honestidad perdida con los tiempos modernos.

Leíamos los letreros donde anunciaban sus productos. Dudosa la caligrafía, pero segura la ortografía.

Yugoslavos unos, españoles otros. Muchos, chilenos como nosotros. Los llamábamos "paisanos". A la dama española del almacén "Sacapicas" -respetuosamente- le decíamos "madama". Era aquél un comercio puro, como una forma de subsistencia y no esta moda de enriquecimiento que sufrimos hoy en día.

Recuerdo la pregunta básica cuando pedíamos carbón: ¿De piedra o de espino? Los había ambos: uno para las cocinas, que llamábamos económicas.

El otro, para la parrilla… Y también para caldear las planchas, con las que se imprentaba nuestra ropa de vestir. También para el brasero, donde la abuela hacía las sabrosas "churrascas", con las que acompañaba el mate.

Aunque escaso, también era posible hallar el carbón "coque", que usaban los herreros en sus fraguas. Y para abastecer los talleres de aquellos años, se vendía "carburo", con que se generaba el gas para soldaduras especiales. Y que usábamos para alumbrarnos al pernoctar en la playa.

Hilvano recuerdos mientras espero. La memoria me lleva a esos tiempos de mi infancia. Impaciente, aguardo mi turno en la caja de un supermercado…

Jesse & Joy enamoraron al público adolescente en la noche de clausura

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El pop juvenil de Jesse & Joy volvió a regalar otra postal para el recuerdo al Festival de Viña del Mar, y a demostrar que cuando un nombre de esa esfera anda prendido, en este escenario es sencillamente infalible y así quedó demostrado en la noche de clausura del certamen internacional.

Tanto, que el dúo de hermanos revivieron una escena que a estas alturas ya era del recuerdo: Antes de que pudieran interrumpir los animadores, se escuchó clarita y multitudinaria la palabra "antorcha", obligando a que Rafael Araneda y Carolina de Moras salieran a entregar el trofeo, amarradito a su versión de oro. La dinámica se repitió con las gaviotas.

Fue uno de los efectos que provocaron los mexicanos en su paso por Viña, luego de seis años metiendo temas de tres discos en las radios locales, apuntalados con visitas sucesivas a recintos chicos, medianos y grandes.

Los Payahop fueron los últimos humoristas en ser confirmados para el certamen viñamarino, sin embargo, no quisieron ser menos y sorprendieron al público con 45 minutos de risas al estilo de la calle llevándose las dos antorchas y las dos gaviotas cerrando una actuación impecable.

La última noche finalizó con las presentaciones de los reggaetoneros Alexis y Fido y todo el romanticismo de Tommy Torres.