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Titanic cultural

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Andrés Olave

Si tuviéramos que opinar sobre nuestra realidad cultural, esto es, sobre qué clase de cultura flota y se mueve entre nosotros hoy en día, podríamos distinguir, la existencia de dos realidades culturales opuestas.

No es necesario designarlas como la alta y la baja cultura sino más bien (y esta definición es completamente provisional) de la cultura que ahonda en los procesos más profundos del ser y aquella que existe como mero ornamento o diversión para las personas.

Ambas formas de cultura, me parece, se encuentran sintetizadas y ejemplificadas en unas cuantas escenas de la famosa película Titanic de James Cameron. Pienso en el momento después que han chocado contra el iceberg, cuando se reúnen los ingenieros, el capitán y el dueño del barco y mirando los planos llegan a la aciaga conclusión que el Titanic se va a hundir irremediablemente.

Mientras miran los planos hay una comprensión del mundo y su desastre y pienso entonces en Dostoievski, Faulkner, Melville, Gaddis, Kafka. Por otra parte están los músicos que suben a cubierta para divertir a los pasajeros mientras abordan las lanchas salvavidas.

Se ponen ahí, en medio del caos, y hacen como si no estuviera pasando nada. Al final, cuando la debacle ya es incontestable, cuando el barco está todo inclinado y hay muerte y destrucción por donde uno mire, sólo ahí recién los músicos se detienen.

Pero no es para compartir el horror generalizado sino simplemente para quejarse que nadie los escucha. Luego, tras una despedida dudosa, deciden volver a tocar, inútilmente, hasta el fin, sabiendo que su arte no ayudó a nadie, pero al parecer los ayudó a sí mismos.

Deciden seguir con el arte en el vacío, el arte sin público y sin conciencia, emoción leve y agradable, pero sin ninguna trascendencia: la mayor parte del arte que se hace hoy en día a todos los niveles mientras las sociedades neoliberales se vuelven cada vez más metálicas e inhumanas y se hunden en los postulados del imperialismo científico.

Videoclubs: un clásico que está obligado a quedar en el recuerdo

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Cuando el formato fue lanzado en la década de los '70 revolucionó y popularizó el concepto de cine en casa llevando las megaproducciones de Hollywood, desde la pantalla grande al living de miles de hogares.

Las cintas de VHS (Video Home System) fue el sistema más utilizado desde su aparición hasta la década de los '90.

El boom de este nuevo formato provocó rápidamente la proliferación de los recordados videoclubs. Pequeñas tiendas que se dedicaban al arriendo y venta de películas en VHS.

"Cuando comenzó el arriendo de películas en VHS era lo más pirata que podía existir. En los videoclubs te pasaban una lista con el nombre de las películas escrito a máquina y uno elegía sin tener idea de que trataba la película porque ni siquiera tenían carátula", recuerda Pamela Guerra, dueña del videoclub G&G, el último local de este tipo que sigue vivo en Antofagasta.

Con casi 30 años de experiencia la familia Guerra conoció de cerca el auge y caída del negocio de arriendo de cintas VHS, el que finalmente terminó por sucumbir con la llegada de internet y la aparición de los formatos más sofisticados como el CD, DVD y Blu-Ray.

"Hoy todo el mundo tiene acceso a internet y puede descargar fácilmente cualquier película. Eso hizo que seguir en el negocio de arriendo de películas en VHS no fuera un negocio viable y nos obligó a cambiarnos a los nuevos formatos", explicó Pamela Guerra.

Hace más de 10 años que la tienda G&G dejó de arrendar películas en VHS. Cintas que finalmente terminaron rematando para intentar recuperar parte de la inversión. Hoy el local se sostiene con el alquiler de películas en Blu-Ray y con calidad 3D.

Tras años negándose a desaparecer ante la aparición de servicios de alquiler online, la cadena Blockbuster finalmente admitió su derrota al anunciar el cierre de todas sus tiendas, dejando atrás décadas doradas en las que dominó el tradicional mercado de alquiler de películas.

Pero los videoclubs no han sido los únicos locales comerciales damnificados con la aparición de nuevos formatos.

Las tiendas de venta de discos de música también están comenzando a esfumarse. Luego de 50 años de funcionamiento Feria Mix (fundada como Feria del Disco) se declaró en quiebra cerrando todos sus locales a nivel nacional.

Héctor Soto es dueño de Disquerías Jeanny. Tienda con más de 40 años en el rubro que también ha sentido el impacto de las nuevas tecnologías.

"Este negocio es más por vocación que por ganancia. Nosotros empezamos con la venta de cassete y después nos pasamos a los CD. Pero hoy todo lo que es audio y video está en decadencia, principalmente con la llegada de internet. Ahora en el negocio la música está en un tercer plano y tuvimos que adaptarnos con otro tipo de mercadería para sobrevivir", enfatizó el propietario.