Desierto herido
No sólo las faenas mineras que modifican el paisaje en el norte de Chile; no sólo la vergonzosa e inaceptable negligencia de empresas que han destruido geoglifos milenarios al instalar sus torres de electricidad y ductos de gas; no sólo la emisión de nubes tóxicas de termoeléctricas y fundiciones cuya polución con el tiempo se posa en la tierra
No sólo el paso de vehículos todo terreno del rally Dakar por sectores desérticos vírgenes que, además de rayar a perpetuidad el terreno, espantan a especies animales autóctonas; no sólo todo eso -que es mucho- al parecer basta para herir a nuestro hermoso desierto, sino que, como si no fuera suficiente, algunos habitantes de Antofagasta se toman la molestia, el trabajo y el esfuerzo -literalmente sobre nuestras narices- de estropear y afear el entorno natural de la ciudad; me refiero a su hermoso "telón de fondo": sus cerros.
La perpetua presencia de este muro desértico que contiene a la ciudad entre sí y el borde costero debiera tener más consideración y respeto por los habitantes. ¿Acaso no es reprochable "profanar" dicha bella presencia desértica al escribir y/o dibujar en ella textos religiosos, candidaturas políticas, nombres de carreras universitarias, publicidad de radiotaxis, emblemas militares y de equipos de fútbol, etc.?
A todo ello hay que agregar la acción de ciertos iluminados al ocurrírseles instalar hace algunos años torres de electricidad a lo largo de gran parte de la extensión de este cordón de cerros, con la venia de las autoridades correspondientes de la época. ¿Era muy complicado instalar dichas torres cien metros más adentro con tal de no estropear el paisaje apreciable desde la ciudad?
"Entonces habría que borrar el ancla del cerro" podrá esgrimir más de alguno. No está mal algún símbolo decorativo -representativo de todos los de la ciudad- dibujado por allí, sobrio, atingente, al igual que sucedía con nuestra bandera nacional pintada en el cerro del mismo nombre, borrosa desde hace mucho.
Rafael Ramos Psijas