Las autoridades tienen la obligación de asegurar calidad de vida a la población, lo que no tienen los vecinos próximos al vertedero. Día a día sufren con las quemas, perjudicando su calidad de vida.
"Existe un cierto aroma a poder, dado que el ordenamiento jurídico pareciera no estar bien resguardado".
Max Weber, sociólogo alemán, distinguía entre poder y autoridad señalando que el primero es la capacidad de imponer su voluntad sobre toda resistencia que se le presente, mientras que el segundo; es la creencia en la legitimidad de la voluntad que se impone. A la legitimidad se accede, según Weber, por tradición, carisma o por vía racional-legal, y ésta se vincula a la existencia de una estructura jerárquica, que conlleva ordenamientos institucionalizados.
Esta aproximación teórica, hace una distinción a la que muchas veces, en la política contingente se hace alusión cuando se habla de poderes fácticos, es decir, de la capacidad de imponer voluntad sobre cualquier resistencia, pasando por encima de los ordenamientos institucionales que la sociedad ha definido para determinar quién manda y quiénes obedecen, de manera tal, que se cautele el bien común.
En una sociedad en general y una ciudad en particular; la existencia de leyes, normas y otros artefactos jurídicos, son fundamentales para dirimir en torno al bien público y cautelar que no se produzcan abusos amparados sólo en el poder, cualquiera sea la naturaleza de éste.
Cuando es el poder el que define las ciudades; la verdad, lo que se articula son campamentos en donde el dueño del capital define donde, quiénes y cómo. Baste para ello recordar las salitreras o Chuquicamata; esta última con un americano, campamento las normas para empleados, las latas y los hundidos donde vivían los que solo obedecían. El dueño definía dónde estaba la plaza, la escuela, la chimenea que contaminaba y determinó además cuando se cerraba. En las salitreras eso significo un éxodo de miles y miles.
En Antofagasta, a propósito del galpón de acopio de mineral en tránsito, que se levanta presuroso en el Puerto, existe un cierto aroma a poder, dado que el ordenamiento jurídico pareciera no estar bien resguardado, o por lo menos está siendo manipulado, lo que vulnera la razón de ser de la autoridad.
Si esto se mantiene, se resuelve la vieja disputa respecto de si Antofagasta es ciudad o campamento pues los hechos estarían demostrando que aquí hay un poder que define por sobre cualquier resistencia cuando, y a quienes se contamina.
Sociólogo y académico de la Universidad de Antofagasta