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Niños Cantores de Viena llenaron de magia la noche antofagastina

Concierto. Tradicional coro entregó un espectáculo de primer nivel.
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Un mágico encuentro musical en el imponente escenario de las Ruinas de Huanchaca entregó el Coro de los Niños Cantores de Viena, que con una tradición de 500 años llegó a la ciudad con un amplio repertorio en el marco de su gira por Chile para celebrar los 60 años de la Caja de Compensación Los Andes.

Por más de una hora los jóvenes interpretaron piezas doctas, para luego dar un salto a la música popular, con ritmos como el pop, donde también hubo espacio protagónico para la música local, como habitualmente lo hace el coro en cada lugar que visita.

La preparación que comenzó hace unos meses rindió sus frutos con un show pulcro, que fue seguido por un atento y respetuoso público, que disfrutó de las privilegiadas voces de los 25 niños que integran uno de los cuatro coros que recorre el mundo.

show

El espectáculo también contó con la participación de artistas y músicos locales como la Orquesta Sinfónica de Antofagasta. En escena además estuvieron destacados representantes de la escena de la música popular chilena, como Luis Jara, quien lució su destacada técnica vocal con la interpretación del Ave María.

También estuvieron presentes las piezas folclóricas junto a los Huasos Quincheros y el esperado tributo a Violeta Parra, interpretado por su talentosa nieta, la cantante Javiera Parra.

Estas piezas fueron previamente preparadas y ensayadas con los artistas a petición de la organización, según comentó el director del coro, el músico italiano Manolo Cagnin, quien apuntó que en este trabajo se impresionó mucho con la calidad artística de Violeta Parra, a quien no conocía, pero que al ahondar en su música terminó siendo un fanático.

"Me gusta mucho Violeta Parra, leí una biografía y descubrí que es una artista increíble. También destaco el talento de Javiera Parra quien canta con el corazón, es una artista que canta con sentimiento. Como latino entiendo mucho la sensibilidad de la música de Violeta Parra, su música realmente me tocó el corazón", argumentó el maestro.

Sobre Violeta Parra agregó que es una artista que "vivió el idioma de la música" y que Javiera Parra la sabe interpretar muy bien.

escenario

Otro elemento que sorprendió al director del tradicional coro y a los niños, fue el escenario, que es la explanada de las Ruinas de Huancacha, algo inusual para ellos que suelen tocar en teatros. Incluso en Chile es el único concierto al aire libre de la gira.

"Las Ruinas de Huanchaca son increíbles, para los niños es algo inusual porque ensayamos siempre en el teatro. Es una maravilla, es primera vez que podemos estar una locación tan mágica como ésta" describió Cagnin.

El artista señaló que para la preparación de este espectáculo se realizaron ensayos con las orquestas, los músicos y los artistas chilenos, a quienes calificó como muy motivados ante una ocasión única.

"Es un concierto muy importante con artistas locales muy importantes y con los niños Cantores de Viena, lo que funcionó muy bien", concluyó el director del coro.

El corista de origen chileno

De madre chilena y padre vienés, Diego Schwertberger nació en la capital austriaca y hoy a los 14 años se presentó en Chile como un integrante de los coros más importantes del mundo. "Ha sido una experiencia lindísima, he conocido muchos países, he visto muchas culturas y ha sido muy lindo y estoy muy contento en este encuentro con Chile", declaró el joven.

Me hice marinero de oficio. Casi un niño, remaba sin ton ni son, para calar trasmallos o paños bajos. Aprendí algunos nudos y maniobras de cabuyería. A corchar un cabo o remendar una "momoi". Cada una de las partes de una embarcación se llamaba "cuestión" o simplemente "huevada". Así disimulaba mi escaso dominio del especial lenguaje náutico, tan desconocido como ignorado por los citadinos.

Hasta que apareció le figura de Andrés, el profesor de "Locución Radial" y "Periodismo", como se llamaban esas asignaturas electivas que había en las lejanas pero útiles humanidades. Puso en mis manos una tarjeta dirigida al presidente del Club de Yates, en que me recomendaba, diciendo que "tiene pasta para ser hombre de mar".

Creo que no se equivocó. Abracé el mar con toda la pasión que brinda la juventud. Lo hice el escenario de los dos tercios de mi vida. Me ordené, conocí hasta el dominio el vocabulario de voces náuticas, aprendí unas dos docenas de nudos, amarras, cotes y lazadas. Identifiqué las partes de una embarcación por su nombre correcto, conocí secretos de mares y vientos, corrí a la vela, participé en muchas regatas. Bogué en yolas… Atesoré millas y millas sobre el Mar de Chile.

Hoy evoco a Andrés Sabella como mi mentor.

En cada palada de mis remos… En cada viraje por avante o en el gualdrapear de las velas, está presente el recuerdo de Andrés, el gentilhombre de mar. Se aparece cuando levo el fondeo. Está en el escobén. O cuando destapo un trancanil y corto una vía de agua que se filtra en el codaste… Allí lo veo, en la línea destellante de la "ardentía", que traza nuestra estela en la navegación nocturna. Lo escucho cuando cruje el tolete. Cuando se queja la chumacera.

Cada vez que zarpo, abarloado llevo al marinero Andrés. Va con su "ojo y medio", como el mismo se mofaba. No necesitaba más: con el corazón y el verso, le sobró para ser el pirata mayor del litoral chileno.

¡Orza en su memoria, marinero Andrés!