La paradoja de Tarbuskovic
Jorge Tarbuskovic Dulcic (1907-1985), arquitecto, escultor y pintor, está entre las principales personalidades que han dado forma a la ciudad de Antofagasta. Su labor durante décadas al frente de la Dirección de Obras Municipales dejó la vara muy alta para el futuro -quizás demasiado- y su ejercicio profesional sembró la ciudad con notables expresiones de la arquitectura moderna. Hoy, su trabajo es reconocido y reseñado, entrando a la galería de nuestros destacados prohombres. Su nombre campea en textos, recursos virtuales y cátedras universitarias.
Es por todo lo anterior que al estar frente a su tumba me embargó una extraña mezcla de sorpresa y conmiseración.
La descascarada pintura a la que se aferran las hermosas letras en que figura su nombre es incapaz de ocultar el cemento desnudo del sello del nicho, carente de lápida.
Las arañas han ocupado hábilmente las esquinas y vericuetos, dejando sus telas como el único adorno del desaliñado sepulcro.
El tiempo y los elementos han hecho lo suyo, dejándolo a punto de pasar al anonimato mortuorio.
Soy consciente que el rito funerario es visto por muchos como algo innecesario, vano u obsoleto. Pero para otros, la tumba no es solo el depósito de restos biológicos. Es también homenaje, lugar de reunión y de alguna manera un pequeño monumento a la memoria individual de un ser que fue querido por alguien, lo suficiente para dedicarle una morada a sus huesos.
Es un espacio para tomarnos unos minutos y recordar al hombre o mujer ya idos. Compartiendo este segundo significado, el triste abandono de la tumba del arquitecto me parece no solo un contrasentido, sino indecoroso. La razón del descuido la desconozco, de igual forma cual haya sido el deseo del hombre en vida. Pero la tumba, al fin y al cabo, es una expresión del sentimiento de los vivos.
Las obras de Tarbuskovic embellecieron Antofagasta, Tocopilla y su natal Iquique. El nicho 114 -el pequeño recodo del mundo que guarda sus restos- apenas ostenta un nombre y una fecha, a un paso de ingresar al inmerecido olvido.
Patricio Espejo Leupin, geólogo y escritor.