Pedro Lemebel y los secretos de sus amores en el chat
"Pedro Lemebel" es el perfil que Catalina Mena armó en base a cientos de conversaciones online que mantuvo el año 2013 con el creador de las Yeguas del Apocalipsis, cuando por su enfermedad le habían extirpado las cuerdas vocales.
Cuenta Catalina Mena, la periodista especializada en arte, que el día 23 de enero de 2015 se enteró por el diario que Lemebel había muerto: " Era un paisaje. Es raro que alguien como él, tan presente, tan influyente, tan potente, de repente desaparezca".
La figura de Lemebel le interesó desde su trabajo con las Yeguas del Apocalipsis en los ochenta, una época en que ya lo ubicaba pero nunca los presentaron, ni fue cercana, ni amiga. "Para mí era un personaje extravagante y con fama de violento, ya entonces con una reputación artística e intelectual consolidada dentro del circuito. Varias veces me lo topé, porque yo frecuentaba ciertos lugares donde se convocaba la cultura under en dictadura, como El Trolley o Matucana", cuenta Catalina.
"Me interesó no solo por sus contenidos, de una agudeza crítica totalmente inédita en Chile, sino también por su escritura que para muchos parecía relamida y barroca, pero que también venía a incomodar el canon del "buen gusto" y la "austeridad". Yo creo que, más allá de cualquier análisis, Lemebel me entretuvo desde el comienzo aunque él, como persona, se me figuraba como una especie de bruja insidiosa".
-Da la impresión que detrás de toda su aspereza había mucha ternura. ¿Qué pudiste captar del lado sentimental de Pedro Lemebel?
-Lo que pasa es que la rabia y el amor pueden ir juntas perfectamente. De hecho, yo creo que lo opuesto al amor es la indiferencia, como decía la Violeta Parra, es el ninguneo, el desprecio. Y él nunca es indiferente. Si lees sus crónicas las alusiones a su madre son de una ternura infinita, y en general en la vida y obra de Lemebel hay un amor muy declarado. "Yo no tengo amigos, tengo amores", era su declaración en Twitter. Pero más allá de eso, es alguien que asume la defensa de los abusados, de los marginales, de los pobres, de las mujeres, de las víctimas de los derechos humanos. Funciona desde la complicidad y el compromiso. Lemebel toma partido y en ello arriesga el pellejo. Si eso no es amor, no sé qué sería.
-¿Qué fue lo primero que leíste de él?
-Su primer libro, "La esquina es mi corazón", que me llegó por casualidad, no me acuerdo cómo. De inmediato me impactaron estas historias de homosexualidad marginal en Santiago, que mostraban un mundo desconocido o poco contado, en un momento en que Chile celebraba su regreso a la democracia. Su escritura venía a aguar la fiesta del debut democrático. Pero además de mostrar realidades chilenas complejas y perturbadoras, que nadie quería ver. Creaba un lenguaje, inventaba palabras, conjugaba los verbos de una manera nueva. Te arrastraba hacia otro sonido. Me llegó mucho por el oído.
Siete meses de chat
Durante los siete meses que mantuvieron el chat, cada tanto Lemebel mandaba a la cresta a Catalina Mena y la tildaba de cacho: "Me decía que no iba a darme material para mi 'puerca entrevista' y que todos los periodistas éramos morbosos. No fue fácil, pero perseveré, porque también entendía que era una forma de coqueteo y de probarme".
Fue a algunas de sus últimas performances pero manteniendo distancia porque no hacerlo le parecía "falso, oportunista e innecesario, porque yo estaba desarrollando un trabajo en un formato acotado y porque él no tenía ninguna gana tampoco de transgredir ese formato", aclara Catalina Mena.
En aquellas sesiones mediadas por el teclado pudo ver a un Lemebel poco egocéntrico, interesado en los detalles del otro, con salidas graciosas y dulces, contradictorio e inclasificable, reacio al lugar común.
-En el proceso de escribir este libro, ¿tuviste algún hallazgo?
-Me fui dando cuenta de la importancia que tenía para la cultura chilena y cómo él se había infiltrado. Por ejemplo, entendí la importancia radical de su figura, su acción y sus escritos para la legitimación de la homosexualidad, que hasta entonces seguía muy castigada. Creo que sin él los homosexuales no habrían conquistado muchos de los derechos que hoy tienen y la figura del homosexual no tendría el carácter político que ha ido ganando en Chile. Descubrí también la cantidad de cabros chicos para quienes Lemebel fue una liberación, que lo leyeron a sus 13 ó 14 años y que gracias a él pudieron afirmarse y hacer valer sus opciones sexuales y su identidad. A ellos les proporcionó una estética y una actitud: una artillería para vivir.
Otra arista peculiar fue constatar cuán intensas eran sus relaciones, dice Mena: "Tenía muchos amigos íntimos, se enredaba con la gente, se comprometía, amaba y odiaba, peleaba, se reconciliaba. Y eso creó una compleja trama alrededor suyo y rivalidades entre amigos".
-¿Qué lugar ocupa Lemebel en la literatura chilena?
-Yo no soy crítica literaria, pero sabemos que Bolaño lo consignó como el mejor escritor chileno; que el crítico español Ignacio Echevarría -muy influyente en la literatura hispana- lo colocó también en un lugar importante, y así. Sus libros se han traducido a muchos idiomas, se estudian en universidades de distintas partes del mundo y su escritura sigue influyendo a autores más jóvenes. De modo que su lugar como uno de los grandes escritores chilenos está más que consolidado, sobre todo en la crónica, donde se ubica como una figura fundamental. Pero quizás, lo más importante de él es que logra, desde la escritura, ejercer un cambio real, afectar la cultura. Es una voz que actúa directamente sobre su contexto. Eso es algo que pocos escritores consiguen. Su voz, en sí misma, es política, es anticanónica. Lemebel es un lenguaje.
Pedro lemebel vio "la primera luz del mundo" en el Zanjón de la aguada.
Por Amelia Carvallo
Todo parte con el niño Pedro en el Zanjón de la Aguada. En esa periferia que curtió para siempre al profesor de Artes Plásticas, a la Yegua del Apocalipsis, al escritor que vendía en la cuneta y que pronto se convirtió en el cronista de las grandes ligas. Todo ese camino hasta el fin: su muerte.
museo histórico nacional