La campaña de vacunación contra el sarampión, rubéola y parotiditis, dirigida a jóvenes entre 20 y 24 años de edad, concluyó la semana pasada con una cobertura de apenas 41% en la región y 47% en el país, lo que obligó al Ministerio de Salud a ampliarla durante marzo.
De esta forma, las 720 mil personas -de un universo de 1 millón 366 mil- que se mantienen al margen de este esfuerzo preventivo, tendrán una nueva oportunidad de vacunarse y por esa vía protegerse de enfermedades que han tendido a aumentar en el país.
Pero el problema es más complejo. En esta región se ha vuelto frecuente que las campañas preventivas logren resultados más bajos que los nacionales.
Así ha ocurrido con las campañas contra los virus invernales, con la vacunación de niñas en edad escolar contra el virus del papiloma humano (causante del cáncer cérvico uterino), y ahora con la del sarampión, rubéola y parotiditis.
El tema inquieta y debe ser revisado por las autoridades, pues al parecer el mensaje de la prevención no está siendo escuchado con claridad en los grupos de riesgo, sobre todo en esta región.
Chile está recibiendo una alta cantidad de inmigrantes, y es conocido que muchos de los países donde se origina ese tráfico de personas, no cuentan con dispositivos públicos de inmunización tan robustos como el nacional.
De esa forma, la posibilidad que algunas enfermedades de extraña presencia en el país, generen brotes a futuro, existe, y es por eso que el Ministerio de Salud está desarrollando campañas preventivas dirigidas a grupos específicos de la población, como la recientemente extendida.
Hace falta entonces reforzar el mensaje a la población. Siempre la mejor inversión en salud es la prevención, y la clave para avanzar en eso es tener una sociedad informada.
Los virus hoy tienen el potencial de propagarse a una velocidad impresionante y los flujos migratorios son un vehículo importante. Chile no es una isla, tampoco Antofagasta. Eso debe comprenderse por el bien de todos.