"Yo soy el verdadero Rocky Balboa"
Alberto
Pescio,
comentarista deportivo
Solo dos púgiles pudieron derribar a Mohamed Ali cuando era el rey del boxeo: Joe Frazier y el hombre que inspiró la historia de Rocky Balboa, Chuck Wepner. La historia de Wepner apodado "Cejas sangrantes" tiene su épica cuando el 24 de marzo de 1975 se enfrentó en el Richfield Coliseum de Ohio a Mohamed Ali, que 5 meses antes había recuperado la corona de los pesos pesados ante Foreman.
Nadie en el mundillo del box pensaba que el título estaba en peligro, pero cuando los asaltos discurrían y Wepner seguía en pie, se lo tomaron en serio. Su estilo era tosco.
Encajaba los golpes como un saco, pero no se caía. Otro se hubiera abrazado al cuerpo del campeón para rehuir el castigo. Y entonces sucedió lo impensable. En el noveno asalto cae a la lona el hombre que decía "La hierba crece, los pájaros vuelan, yo golpeo".
Desde ese momento Wepner supo que también sería "El hombre que tumbó a Ali". El Dios del boxeo se levantó de inmediato y negó que lo hubiera derribado un golpe. Un documental de la cadena ESPN, avala la tesis de que fue un tropezón. También así lo ha reconocido Wepner en una reciente entrevista.
Claro que la lógica se impuso cuando faltaban 19 segundos para finalizar el 15 asalto. Un puñetazo de Ali casi saca del cuadrilátero a Chuck y allí acabó. Ali conquistaba el Olimpo. Wepner conquistaba la historia. Y Stallone conquistaba Hollywood.
El actor, un semidesconocido, vio en la pelea el germen de una gran película, cuyo guión escribiría y protagonizaría el mismo. Un año después llegaba a los cines la vida de un humilde boxeador que se enfrentaba a un campeón negro, Apollo Creed. La cinta Rocky, ganó tres Oscar.
Lo del apodo Cejas sangrantes a Wepner le viene porque a lo largo de su carrera le dieron más de 300 puntos en las cejas. Su mejor triunfo fue una derrota. "Mi vida, ¡qué novela! Dijo Napoleón. "Mi vida, ¡qué película! Podría decir él.
El boxeo no deja indiferente a nadie. Pero incluso sus más acérrimos enemigos admitirán que hay algo de justicia poética en la trayectoria del verdadero Rocky Balboa, un don nadie que casi desnuda a un titán.