El caso de Venezuela y su destrucción, por acción propia y no por agentes externos, debe recordarnos que el éxito de un país está determinado por el trabajo, contar con personas creativas, por tener y cuidar las libertades, las leyes y sumar instituciones fuertes.
Esa suma y otras más, han permitido el éxito de todos los países desarrollados y han acercado algo más a Chile a mejores condiciones sociales y económicas.
Y esto lo reconocen organismos internacionales. Nuestra nación se ubica en el lugar 27 a nivel mundial -entre 183 países medidos-, entre aquellos con menos corrupción, según el ranking de la ONG Transparencia Internacional (TI).
De acuerdo al vigésimo sexto Índice de Percepción de Corrupción (CPI), Chile mantuvo los 67 puntos que obtuvo el 2017, sobre un máximo de 100. Sí debe preocupar que cayó de la posición 26 a la 27, lo que refleja una baja total de seis puestos en los últimos cuatro años. Aun así, es el segundo mejor ubicado de América Latina, mientras que en los últimos escalones de la región se encuentran Venezuela y Nicaragua.
Muchos dirán que la corrupción en Chile ha aumentado y quienes la niegan solo tienen una visión ingenua y optimista de las cosas.
Primero, es difícil saber si el fenómeno efectivamente crece; en segundo término hay casos que han causado un enorme impacto en la población, particularmente en Carabineros, el Ejército y con el financiamiento ilegal de la política. Hay mucho que hacer allí; eso es un hecho.
Sin embargo, la sorpresa e indignación que causa en la población el conocimiento de estos actos es un buen síntoma. Lo crítico sería que la sociedad no se escandalizara, cuestión que sería un signo de un relajo completo de las estructuras.
Los actos de corrupción -de los que no estamos libres- deben ser severamente sancionados, hay mucho que hacer allí, pero reconociendo y dejando en claro que partimos de una buena base. Y en esto no hay recetas: educación, fuerte énfasis ético, sanciones duras, instituciones fuertes, igual que en los países destacados. Esto nos inoculará de una lacra que comienza a destruir por dentro todo lo que se ha erigido.