Desde hace varios años, la época estival en esta zona del mundo no sólo significa vacaciones y disfrute. Las altas temperaturas, cada vez más frecuentes por efecto del cambio climático, han generado un problema que debemos enfrentar con urgencia: el estrés hídrico.
Es cierto que Chile cuenta con abundantes recursos hídricos: 1.251 ríos y más de 15 mil lagos y lagunas. Pero un informe del Centro del Clima y la Resiliencia de la Universidad de Chile concluyó que al menos un tercio del territorio ha experimentado una sequía severa y prolongada desde 2010. La extensión espacial y duración de este periodo no tienen precedentes en la historia, razón por la cual se le denomina "megasequía".
Es necesario tomar medidas concretas con premura por parte de los distintos actores sociales. En esa búsqueda, las plantas desalinizadoras surgen como una alternativa eficiente y sostenible, especialmente para el norte del país, donde la industria minera tiene un rol protagónico.
El agua es un insumo crítico para la importante actividad minera. Recientes estimaciones sostienen que, por cada millón de dólares de inversión en nuevos desarrollos mineros en Chile, se requiere aproximadamente un litro por segundo de recursos hídricos adicionales.
La Comisión Chilena del Cobre hizo público días un informe que arrojó que el uso de agua desalada por parte de la minería del cobre en el país crecerá 230% en los próximos diez años, debido a la escasez del recurso y la construcción de plantas desaladoras gracias a que el costo de producción del agua desalinizada seguirá disminuyendo.
Un estudio de Suez concluyó que los costos de desalación bajarán gracias a las mejoras tecnológicas y al uso de energías renovables, como parques eólicos y paneles solares. Actualmente, dependiendo del país y tamaño de la planta, el costo del agua desalinizada fluctúa entre 0,75 y 1,25 US$/m3. Se prevé que estos valores bajen a la mitad en los próximos 20 años, situándose entre 0,3 a 0,5 US$/m3.
Hoy en el mundo operan cerca de 20 mil plantas desalinizadoras en 150 países, que pueden abastecer de agua potable a unos 300 millones de personas. El 64% de agua desalada a nivel global se destina a agua potable, el 34% a consumo industrial y sólo 2% a riego. América Latina concentra sólo el 8% de la capacidad instalada. El liderazgo lo tiene Medio Oriente y el norte de África, con 31%., seguidos por Europa (25%) y Norteamérica (15%).
La ecuación es clara: la desalación es una alternativa sólida no sólo para producir agua, sino también para liberar aguas superficiales y subterráneas en beneficio de las comunidades locales, e impulsar el desarrollo humano del país, especialmente en la industria minera.
Lionel Quezada
Director Comercial de Suez Chile