El Concejo Municipal finalizó la semana pasada el proceso de revisión de las 825 patentes de alcoholes existentes en la comuna, y el resultado de este trabajo no puede sino llamar la atención.
Tras consultar a la gobernación, al Departamento de Rentas Municipales, los juzgados de policía local y a otros organismos involucrados en su control y fiscalización, el cuerpo edilicio optó por extender 822 de estos permisos. Así, finalmente sólo tres patentes serán caducadas en la ciudad de Antofagasta, todas las demás podrán renovarse hasta la próxima revisión, que será en seis meses más.
La situación parece ir a contrapelo del escenario que se vive hoy en la ciudad, donde los reclamos por inseguridad y ruidos molestos que se generan en distintos vecindarios, y que en muchos casos están asociados a locales de venta de alcohol, van en aumento.
Cabe preguntarse si el 99% de los locales que expenden alcohol en Antofagasta cumple las normas sanitarias, de ruido, de seguridad eléctrica, tributarias, laboral y las establecidas en la misma Ley de Alcoholes. Si tienen las salidas de seguridad que se exigen, los extintores, sistemas de aislamiento, si cumplen los horarios de funcionamiento y prohibiciones de venta, si no están cerca de escuelas o liceos y, sobre todo, si no constituyen focos de delincuencia. Si la respuesta es afirmativa, entonces no cabe sino renovarlas, pero de lo contrario, habrá que revisar qué sucede.
Es claro que no se trata de un problema que haya surgido ahora, al contrario, se arrastra hace años, y por ende ninguna crítica sería justa si se enfoca sólo en las autoridades actuales. Probablemente, además, hagan falta reformas legales que fortalezcan y expliciten las facultades de los ediles, pues es sabido que en anteriores procesos se han deducido demandas contra los municipios que negaron patentes, atendido que la norma es débil en este aspecto.
Pero más allá de eso, es bueno plantearse algunas interrogantes: ¿Se puede hacer más con lo que existe?, creemos que sí. Nadie se opone a la existencia estos locales, ni a la entretención. La clave está en exigir apego a la ley y respeto por el otro.