Hay ocasiones en que, con recuerdos del mejicano Amado Nervo, me detengo a imaginar su "camino azul" de la existencia humana y a la memoria vienen dos de sus versos: "Yo me contento, Amor, con sembrar rosas / ¡Dios hará lo demás!". Sólo dos versos y es fácil ver que, en esencia, ellos contienen la totalidad de la existencia del hombre de fe.
Al escribir estas líneas ya hace rato que mi pensamiento se acompaña con las ideas de don Antonio Rendic. Este viejo amigo y hermano mayor en la poesía -pronto se cumplirán los 123 años de su nacimiento- fue entre nosotros, poeta de fe y un gran poeta de rosas.
Temprano y antes de tener la edad de Cristo, don Antonio poseía el secreto encanto de las rosas en su poesía. Todo joven sabe de "quimeras" aunque en su momento deba admitir que "Se agostaron las flores del ensueño", porque "Las rosas del amor viven un día", "Las rosas mueren… el amor se apaga…"
La vida siguió adelante. Don Antonio, por fe, quiso legar para sus semejantes el fruto de su diaria labor poética. Espiritualmente fue un sembrador. No en vano escribió: "Por cada injuria una rosa / al que me ofende le doy. / Y en esta forma piadosa, / hago labor silenciosa / para más gloria de Dios."
Las obras poéticas de don Antonio se sucedieron de año en año. Íntimamente había asumido que "Todos comprenden, Señor, / que aquel que siembra en el suelo / rosas de paz y consuelo / y ama y protege al hermano, / tiene la llave en la mano / que abre la puerta del cielo."
Gracias a las "rosas", don Antonio fue poseedor no sólo del fundamento para su "poesía espiritual", sino que también del de su "poesía religiosa". Con ambas se acompañaría por el resto de su existencia. De este modo, en una especie de presente eterno, sostuvo que "hoy tengo, cual lo esperé, / el alma llena de rosas."
Puesta su confianza en "El milagro de las rosas", anhelaba el día en que "¡cada uno y todos seremos / un rosal en floración!" La inmensa obra poética de don Antonio juzgada como una "oblación perfecta" o sea, una ofrenda perfecta al Creador, se deja sentir en la conciencia de muchos nortinos que recordando sus versos, dicen: "Tú que a ser bueno me invitas, / haz que sean infinitas / las rosas de mi rosal. / Vida que todo lo quitas. / Vida que todo lo das".
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