Las últimas movilizaciones estudiantiles bien pueden ser una señal de cuánto está cambiando la sociedad, en su fondo, como en su forma. Demandas de género, exigencia de cambios en el uso del lenguaje, son solo algunos alcances.
Pero hay otros más profundos. El desapego que se tienen de las estructuras, por ejemplo de las federaciones de estudiantes; cada vez es más recurrente que los alumnos no recurran a sus centros de alumnos, federaciones o los estamentos ad-hoc para evacuar sus demandas.
Lo mismo puede apreciarse en otros ámbitos como los sindicatos. Varias quejas de trabajadores no son canalizadas a través de tales estamentos. Hay una cantidad de reclamos que se hacen a modo individual o con organizaciones que aparecen y desaparecen en función del objetivo que se persigue.
En los dos casos se escuchan quejas relacionadas con la representatividad de estas organizaciones formales, cuestión que es casi paradojal porque son los canales oficiales para ello.
Pero lo mismo pasa en otras dimensiones. ¿Son los partidos políticos los entes más representativos de la sociedad? No, evidentemente han perdido peso en este nuevo escenario donde el individuo- consumidor ha emergido con una fuerza bien notable. De alguna manera, se percibe que las personas sienten que pueden conseguir más trabajando solos que en grupo.
Sin embargo, esto es un error.
Claro que siendo una equivocación, tiene explicaciones fundadas en los procesos propios de la modernización que vive el país. Solo debemos fijarnos que muchas demandas son más propias de una nación con sus problemas absolutamente resueltos.
Al tiempo, las organizaciones que deben representar a los ciudadanos y la sociedad no están dando respuesta porque no están entendiendo esta profunda transformación societaria. Las demandas no tienen que ver con cuestiones de clase, la mayoría tiene que ver con factores muy individuales, muy segmentadas, propias del mundo que hoy vivimos. Los chilenos reclaman oportunidades, su tajada de la torta, sueños de consumo, más que ideales colectivos.