Percy recuerda
Es complicado cuando se desdibujan los recuerdos, más todavía cuando el que hace memoria, ya no está presente para corregir el error. Le sucedió al antofagastino Percy Eaglehurst, en el libro armado por su hijo Alan Eaglehurst Paredes: Trozos y trazos de Percy, un hacedor de "monos", entre ellos, el híper ventilado Pepe Antártico.
Rememora a su profesor Mario Bahamonde Silva, hijo de don Antonio, también docente y de doña Amelia, el que reconoció siempre su empeño y creatividad, pero "se mostraba crítico y agudo antes mis precoces incursiones… y mis creaciones artísticas. Estos iniciales intentos, junto a mi paso por la revista escolar Alborada, quizás el anticipo de mi carrera como ilustrador del humor en diarios y revistas de gran tiraje, y que, con el correr de los años me llevarían a obtener el Premio Nacional de Periodismo".
Hasta ahí, relativamente bien, pues ya ha pecado con esa siempre inoportuna "S" de más en su apellido, tal vez pensando en una ultracorrección. Mas no podemos coincidir con frases ligeras, como por ejemplo, que hacia el fin de sus días terrenales vivió "sin medios para subsistir… y sufrió la humillación de tener que pedir alimento a los vecinos a través del patio trasero… Vivió sus últimos días en una situación de extrema pobreza".
Si hubo un hombre digno, ese fue precisamente Mario. Siempre con su cabeza en alto, enseñando su plena integridad, con un humor socarrón para no decir irónico. Despojado de sus cargos, por el golpe de 1973, su decoro lo coronó con una reserva insobornable. Tuve la oportunidad de compartir con él los años del no éxito, sino de la vida verdadera. Y nada de eso ocurrió. Incluso, Mario, en esos días aciagos se gana un premio internacional, pues su valía como narrador estaba incólume. Eso sigue hablando de honestidad, honradez e incluso de ética, tan cuestionada por estos días, hoy ya tan lejanos a su deceso. Alan, te faltó un par que te dijera que eso no era tal, que los recuerdos también se desleen.
Sergio Gaytán M.