Peces con apodos
Los chilenos somos "tirados con honda" para cambiarle el nombre a las cosas y para conferirle apodos a todo lo que nos rodea. Hay motes que mueven a la risa y otros que son un verdadero agravio, especialmente cuando el sobrenombre afecta a personas que conocemos. Y aunque parezca raro (que no es tan raro), hasta los peces de nuestra ictiofauna tienen apodos. ¿Lo creen?
Veamos: A las espinudas cabinzas, cuando son grandotas, se les apoda "alpargatas". Al pejeperro, se le dice "sargento", porque tiene una jineta amarilla en sus costados. Y a la vieja negra, algún sensual pescador la llamó "mulata" y así se le conoce hoy en día. Esos jureles grandes de ayer eran conocidos como "pavos" y a las cojinovas se les llama "ñatas"… Y sin son grandes, se les dice "burras". A las apetitosas corvinas, les llaman "rubias", pese al hermoso dorado de sus escamas. A las rayas, esas grandotas, les conocen como "chuchos".
Y la lista sigue, porque a los exquisitos congrios colorados, por ese color de su piel, se les identifica como "guata de guinda". A los apañados, con sus tremendos ojos, los tocopillanos les llaman "papaniagua" y al bilagay le regalaron dos nombres: por su colorido, le apodan "payaso" y otros le llaman "pintacha". A los tomoyos -si son chicos- les apodan "higos" y a la albacora, por eso de su lanza, le dicen "puntiaguda". Mala suerte la del baúnco, porque su apodo lo deja muy mal parado: Le conocen como "mojonero" y se le desprecia por ello. Para que pueda pasar colado, disimuladamente le pusieron "sargo de alturas"… Resulta bien cómico…¿No?
Los chinos, con la anuencia de importadores chilenos hicieron lo mismo. A un pez cochino, como el "pangasius" le pusieron "blanquillo" y la gente -incauta- lo compra convencida que se trata de una delicia. ¡Y es un asco!
Y espero me perdonen, ya que no les doy el apodo con que los chilenos conocemos al rollizo… Porque, como dijo García Lorca: "La luz del entendimiento, me hace ser muy comedido".
Andrés Sabella
Jaime N. Alvarado García