El ejemplo que entregó el ministro de Hacienda, respecto de la eliminación del IVA al libro, genera una contextualización desproporcionada en cuanto a las señales que se entreguen al mercado, ya que esta medida, es más bien la reposición de un anhelo injustamente impuesto en el pasado, manteniendo actualmente sólo nuestro país y Guatemala este gravamen en Latinoamérica.
Soy un defensor de esta causa, más que por su efecto real en precios y demanda, por lo significante que resulta como señal de una sociedad que no tiende a la mercantilización de todo cuanto existe, como su norte final. Dicho esto, pensar que la eliminación del IVA al libro, es una inyección importante al aumento de demanda de los mismos, es algo iluso.
La intención de compra de un libro, tiene varios factores asociados a ellos, por una parte, la obligatoriedad y la necesidad de una lectura específica, y por otro lado los hábitos lectores de los consumidores finales.
Según el estudio realizado por Cerlac-Unesco para medir los hábitos de lectura en seis países de Latinoamérica el 2012, Chile tiene un consumo promedio de 5,4 libros al año entre quienes se declaran lectores, (51% de la muestra), los que en una abrumadora mayoría (93%), lo hacen por imposición y no por gusto.
Para el lector que compra habitualmente libros, el precio no es un factor determinante a la hora de realizar la transacción, y aunque la mayoría piense que es excesivo su valor, este no es incidente para quienes no lo hacen por gusto, aunque la lectura por placer, tampoco tiene este factor como determinante.
Los precios en nuestro país promedian algo más de los $13.000 entre libros de edición nacional como extranjeros, así lo señala el "Estudio Librerías en Chile 2018", realizado por los Editores de Chile, y en cuya cadena de valor está implícito el pago del IVA.
En términos reales, la eliminación de IVA no se vislumbra como un factor que permita generar rebajas significativas en el precio.
Más bien ese objetivo requiere de una política de verdad que apoye la difusión, distribución y valorización de este bien, generando subsidios donde lo amerite, y proliferando el incentivo a la generación de iniciativas de ofertas literarias donde el mercado las limita, y por sobre todo, de una vez implementar políticas públicas efectivas y masivas que nos permitan mejorar en el mediano plazo, los hábitos lectores en especial en la primera infancia, porque son ellos quienes pueden cambiar el rumbo, enamorarse por gusto de la lectura y tenerla como costumbre sana, lo cual redunda en más y mejor bienestar para todos, porque el libro es y continuará siendo un bien irreemplazable en nuestra formación como seres humanos.
Patricio Rojas Figueroa
Director ejecutivo de Filzic