La capital regional ha enfrentado lluvias durante los últimos años, con sorprendentes peak en 2015, 2016 y 2017. El fenómeno, afortunadamente con menor magnitud, se repitió en las últimas semanas, confirmando una situación advertida en todos los informes respecto al cambio climático. La zona norte, la más árida del planeta, sufrirá este tipo de eventos que consideran precipitaciones durante el período invernal.
El hecho preocupa, naturalmente, en lo referido a las transformaciones del clima en el planeta: hay informes inquietantes para la zona centro sur. De allí que se hable que al 2050, por ejemplo, la zona del Biobío tendrá un clima muy similar al que tiene hoy la Región de Coquimbo.
La situación es peor para distintos sectores costeros del mundo que están amenazados por el avance de los océanos.
Y otro foco relevante a nivel local, donde queda cierta convicción de que la zona aún no está preparada del todo.
Lo anterior, reconociendo los tremendos avances de los últimos años, con obras como las piscinas aluviales, calles con sumideros de aguas lluvia, entre otros; mas, restan muchas quebradas que cubrir, campamentos y poblaciones que sacar de zonas de peligro, al tiempo que la ciudadanía debe prepararse mejor.
Como se aprecia, el fenómeno está trayendo consecuencias previsibles, por ejemplo en materia de obras públicas. El MOP destinó unos $46.580 millones solo para tareas de normalización y reparación de rutas e infraestructura afectada por las lluvias en los últimos cuatro años.
Si se suman las inversiones realizadas en las piscinas aluviales de la capital regional, Taltal y Tocopilla, entre otras, se entenderá que las exigencias económicas son enormes. Lo mismo si se consideran los esfuerzos que los privados deben hacer, esto es empresas y familias.
Claro está, es cierto que se trata de situaciones excepcionales, pero que cuando ocurren generan problemas severos a todo nivel.
El cambio climático es una realidad que debe atenderse en la justa profundidad que tiene.