Tal como nos lo ha pedido nuestro Presidente Sebastián Piñera, hemos tomado una serie de compromisos que involucran al Gobierno, empresas y distintas organizaciones. El último jueves, ya hemos acordado con Antofagasta Minerals, potenciar el cluster minero. Anteriormente, habíamos expuesto las futuras iniciativas en el Seminario "Más trabajo para la Región de Antofagasta", que contó con la participación de autoridades nacionales (Ministro del Trabajo y subsecretario de Minería), regionales, legisladores, académicos y representantes gremiales.
Hoy, la comunidad sabe que estamos trabajando en una agenda pro empleo para la región. La Oficina de Gestión de Proyectos Sustentables (GPS), ha catastrado, en la región de Antofagasta, 34 iniciativas por un total de US$ 16.146 millones, que se concretarán entre 2018 y 2021.
El sector minero aglutina la mayor inversión (US$ 12.789 millones), con 19 iniciativas. Estas se encuentran en distintas etapas de avance: preinversión, tramitación de permisos sectoriales, tramitación de permisos del Servicio de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) o en su etapa de construcción.
Quisiera destacar la decisión de Codelco, cuyo compromiso es potenciar la contratación de mano de obra local. Se está identificando la fuerza laboral disponible en la comuna de Calama, junto con los puestos de entrada que tienen las distintas empresas colaboradoras.
Así, se podrá caracterizar cuáles son los perfiles del personal que se requiere, y en conjunto con las más calificadas y con mayor trayectoria, se podrán construir los programas de capacitación. Se estimaría, según la planificación de la empresa, que podrían ser cerca de tres mil personas las que se incorporarían a la vida laboral, y por rebote serían alrededor de 100 millones de dólares que se inyectarían directamente a la economía local.
En un contexto optimista en lo que concierne el crecimiento mundial (+ 3,8% para este año), pero en el cual la OCDE insiste en la necesidad de implementar reformas estructurales para consolidarlo y mitigar los riesgos que siguen siendo significativos; nosotros, desde este Gobierno, estamos en el inicio del impulso de una agenda de crecimiento.
Y acá no venimos genuinamente a rescatar a algunos, no venimos meramente a aplicar una especie de "Plan Marshall" regional. Acá, nosotros queremos asistir al encuentro entre varias voluntades, proponiendo para aquello un nuevo trato entre múltiples e imprescindibles actores de nuestra golpeada y amada región. Un verdadero nuevo trato en el que nadie sobra ni sobrará, porque tenemos la convicción y la certeza que Chile lo hacemos todos.
¿Qué te pasó, Escondida?
No son las instituciones las que tienen "principios", sino las personas que las conducen, las animan (les ponen alma), plasman en ellas sus ideas y les confieren un sello propio. Así lo he ido aprendiendo, a medida de los años, al darme cuenta de que, esas mismas instituciones, modificaban su "visión estratégica" y su "declaración de principios", supuestamente imperdurables o, al menos, de largo plazo. Sería entendible como adaptación a los tiempos, pero no siempre es ésta la causa. También ocurre por "cambios de mentalidad" en los líderes del momento.
La primera vez que escuché el término "licencia para operar" fue hace más de 20 años en una reunión de directorio de la Fundación Minera Escondida. Confieso que no lo entendí. ¿De qué licencia me hablan, si la empresa ya está operando? A lo largo del diálogo fui comprendiendo su significado: la operación también requiere una "legitimación social", porque está inserta en una comunidad de la cual forma parte y no puede desentenderse de ella en todos los ámbitos que la vinculan.
Era un discurso nuevo para mí, viniendo de una empresa. Importado. Casi "religioso", más que social. Apuntaba a las personas, a la comunidad, al bienestar, al entorno humano con todas sus aspiraciones y necesidades. Pero no se quedaba sólo allí: reclamaba también su aprobación. En otros términos, no bastaba que la empresa se hiciera presente, ofreciendo respuestas a las inquietudes de la comunidad, sino que aspiraba, de manera recíproca, a su consentimiento.
¿Qué pasó entre Escondida y nuestra comunidad? ¿Qué hizo cambiar ese discurso que nos sobrecogió y sirvió de ejemplo a tantas otras empresas e instituciones que lo adoptaron, lo perfeccionaron y acrecentaron la conciencia de la Responsabilidad Social Empresarial en nuestro país? ¿Acaso los tiempos han evolucionado en sentido inverso? ¿No será que los líderes de entonces - Hanna, Pickering, Turner y otros más que tanto énfasis pusieron en conquistar esta licencia (¡y lo lograron!) - dejaron libre el paso a otras visiones y estrategias operacionales "más eficaces" que las anteriores? ¿Cuáles? ¿Estamos frente a un episodio puramente coyuntural (precio del cobre) o contempla también el largo plazo, en el que la "licencia social para operar" no parece que vaya a perder vigencia? ¿Es éste un fenómeno que pueda generalizarse a otras empresas, que ya sabiamente habían recogido también el guante de la responsabilidad social a tamaño nivel, imitando la lección que nos dio Escondida?
Vienen tiempos en que las regiones van a aumentar su autonomía y las comunidades locales harán oír su voz con más fuerza y autoridad que en el pasado. La nuestra, se afianza en sus posibilidades de mayor presencia dentro del concierto nacional. Desestimar la integración real con nuestras comunidades, en todos los ámbitos, tanto de nuestras instituciones públicas como privadas, lucrativas o no, grandes o pequeñas, puede ser un grave error que retrasará nuestro desarrollo humano y económico entre otros.
Marco Antonio Díaz Muñoz
Intendente Región de Antofagasta
Fernando Rivas Roces
Past President Asociación de Industriales de Antofagasta