Miguel Morales: poeta entre cerros
El auditorio de la Biblioteca Regional aún guarda en su vientre el aroma del vino y el salitre con el que fue bautizado el quinto libro de Miguel Morales. El mítico Tipógrafo, autoproclamado Huraño, quien lanzó "Mil Breverías, segunda parte", abrió de cuajo su pecho para mostrarnos a un incansable poeta y trabajador. De Huraño tiene poco. Los versos que se clavan a las páginas de su libro dejan ver un mundo ardiente e intenso, que destila amor, pasión y realismo.
La ceremonia inicia con un video, en el que Miguel nos cuenta su vida con gran parsimonia carente de pretensiones. El poeta nos enseña parte de su trabajo como tipógrafo y nos sumerge en su leitmotiv, que por momentos se funde con la naturaleza misma de su oficio. Sus versos muestran una realidad desprovista de embelecos, forjados manualmente palabra a palabra. Él es un verdadero artesano lírico.
Don Miguel no tiene dificultades en lograr la atemporalidad. Su poesía cautiva horizontalmente ya que nos transporta a lugares comunes y bellos. Miguel vuelve a la raíz, pero también nos encamina por nuevos derroteros donde muestra no solo versos de amor, sino que también juega de manera astuta y exquisita con la sátira, con la humorada, por momentos inocentona, que luego muta en poemas verdaderamente intensos.
El acto estuvo exento de fastuosidad. Se preconizó la sencillez, lo artesanal, lo cercano. Fue un momento de comunión en torno a una figura valiosa: el creador comprometido con su ars poetica. Todos peregrinamos al interior de un espíritu afable. Nos condujimos por los recovecos más inspiradores y enternecedores del vate, que se hacían presentes no solo cuando recitaba, sino cuando, calmadamente, pasaba la hoja de su libro y se detenía luego a preguntar: "¿Quieren que siga?". Fuimos testigos de un hombre que es fiel a sí mismo y a su arte. No se daba ínfulas, sino que cálidamente nos hacía partícipes del mundo que había construido con la versatilidad de su pluma.
Andrés Sabella
Andrés Sabella