Cada año Chile se une en un gran abrazo solidario, pleno de amor por las personas discapacitadas. Es un abrazo que va desde Arica a la Antártida y ningún ciudadano quiere estar ausente. Todos quieren aportar y estar presentes con su contribución a esta gran obra que es la Teletón liderada por Mario Kreutzberger, "Don Francisco".
Esta convocatoria de 24 horas de amor solidario, hace que cada chileno haga florecer en su alma y corazón un gran sentimiento de empatía. Escuchar cada testimonio de las personas atendidas por el Instituto de Rehabilitación, nos humedece hasta el alma. Enterarnos como hombres, mujeres, jóvenes y niños que jamás pensaron en vivir una situación extrema, y que se encuentran desde el otro lado de la vida, nos dan lecciones de vida con una fuerza y voluntad increíble, nos hace darnos cuenta, siempre lo he afirmado, que somos nosotros quienes debemos agradecer y no ellos, que con su testimonio vivo de coraje nos dan un ejemplo de vida invaluable, que de verdad reitero, no se puede dimensionar.
La Teletón, sin duda nos hace vida el valor de la solidaridad, quizás uno de los más hermosos que poseemos los seres humanos para demostrar el inmenso espíritu bondadoso y comprensivo con el prójimo, en especial con quienes más necesitan de nuestro aporte.
El hecho de volver a ver caminar un niño, la sonrisa de una persona que se siente autovalente con la ayuda de los profesionales que han invertido horas y dedicación en su rehabilitación, el ver lágrimas de emoción en tantas personas que pensaron que sus vidas no se podrían rehacer, pero que gracias al Instituto de la Teletón pueden ir por la vida nuevamente con seguridad y fe en el futuro.
Estimados lectores, a través de estas líneas, también me sumo a que mediten la importancia de vuestro aporte, cualquiera este sea, será muy bienvenido y sin duda logrará poner de pie a un ser humano.
Todos quienes son beneficiarios de Teletón, insisto, no nos deben dar las gracias, la gratitud proviene de todos quienes podemos aportar con esta gigante obra, debemos agradecer con creces esos sinceros testimonio, esas sonrisas luminosas que nos hacen descubrir que no hay nada comparable con el gozo de existir. Es responsabilidad moral de cada uno de nosotros, conservar y acrecentar esta "luz" llamada Teletón.
Martín Bretón Olmos
Magister en Política Educacional