Aun cuando se me califique de inocente, optimista o desubicado, pienso que las pasadas elecciones, en las que, por primera vez, convergían la elección de presidente, parlamentarios y consejeros regionales, constituyeron una positiva señal de cierta madurez ciudadana, desde dos puntos de vista.
El primero, es la participación en los comicios. Si bien es cierto que el 55 % del padrón electoral no participó en la elección, este guarismo es mucho mejor que el 65 % demostrado en las últimas elecciones municipales y levemente más positivo que el logrado en la elección presidencial de 2013, en donde la abstención se situó en un 59%.
Ciertamente el desinterés por ir a cumplir con el deber cívico de votar en las elecciones, aún refleja una asistencia muy baja, siendo una de las más escuálidas del continente, según el Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA).
La abstención manifestada en la elección pasada, a algunos, nos hace augurar que, en la segunda vuelta de diciembre próximo, podría evidenciar nuevamente una disminución, por una razón muy simple: habrá una sola papeleta que llenar y, se supone, que las alternativas que compiten cubrirían las expectativas de las grandes mayorías ciudadanas.
Ahora bien, sin duda que el gran desafío por ir bajando los niveles de abstención, aún en un nivel muy alto, lo tiene la clase política. Lamentablemente, en los últimos tiempos, muchos de sus representantes han protagonizado actuaciones ilegales, poco éticas y de doble estándar, que más bien fomentan el menguado interés ciudadano por participar en comicios en vez de revertirlo.
Otra circunstancia que pareciera insinuar una mayor madurez ciudadana es lo ocurrido a una gama de emblemáticos candidatos, de todas las colectividades, a los estamentos que postulaban. Muchos de ellos que aparecen involucrados y/o imputados en manejos turbios en el financiamiento de sus campañas electorales, fueron castigados por los electores y no lograron ser reelegidos.
La precedente situación es encomiable y podría haber sido mucho más drástica y aplaudida, si el SII, hubiera actuado, con la transparencia, idoneidad y responsabilidad que se esperaba y ante los casos del financiamiento ilegal de las campañas, hubiera iniciado investigaciones contra todas las empresas que cayeron en esta ilegal práctica y no haberles aceptado reliquidaciones, contra solo el pago de impuestos y multas, permaneciendo en la oscuridad informativa alejadas del conocimiento público. Si la ciudadanía hubiera conocido el nombre de esas empresas, los candidatos a quienes financiaba y con cuanto lo hacían, sin duda, que el castigo en las urnas hubiese sido mayor.
Juan Luis Maurás y el radicalismo
Hace unos días nos dejó a sus 95 años nuestro correligionario Juan Luis Maurás Novella, expresidente de la Cámara de Diputados y del Senado, producto de una afección al corazón que lo mantenía radicado en Antofagasta, donde pasó sus últimos años. Como la recordada figura del radicalismo que fue, y que seguirá siendo, le brindo humildemente un espacio de cariño en estas páginas, para que la ciudadanía y la posteridad sopesen su aporte y lo mantengan en sus memorias.
Juan Luis nació en Santiago un 18 de junio de 1922, ingresando a estudiar en el Instituto Nacional, para posteriormente completar sus estudios en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. Como integrante de la Juventud Radical trabajó en la campaña presidencial de Pedro Aguirre Cerda, siendo testigo privilegiado de momentos históricos para nuestro país. Más tarde, desempañándose en la Caja de Crédito Hipotecario sería secretario privado de Juan Antonio Ríos, quien en 1942 sería Presidente de la República. Presidió la delegación chilena en el Congreso Mundial de Juventudes de 1946 en Londres, y al año siguiente asistió como delegado al Congreso Mundial de Estudiantes realizado en Praga.
Su historia parlamentaria data desde 1949, cuando resultó electo como diputado por Valdivia, La Unión y Río Bueno, y lo sería nuevamente en 1956 por Arica, Pisagua e Iquique. En 1961 fue electo senador por Tarapacá y Antofagasta, y fue designado por el presidente Alessandri como Embajador Extraordinario de Chile en la ONU. Juan Luis supo lo que fue ser díscolo en su época, cuando en 1966, y gracias a votos del Partido Demócrata Cristiano, asumiera como Presidente del Senado, lo que provocó su expulsión del radicalismo, algo que recordó con dolor varios años. En los 70 no fue partidario de la Unidad Popular, pero se opuso con tesón a la Dictadura de Pinochet, regresando al Partido Radical y trabajando por la Campaña del "NO" para recuperar la democracia. En 1989 intentó infructuosamente ser diputado por el Tercer Distrito, alejándose paulatinamente de la política activa.
En mis años de radicalismo encontré siempre en Juan Luis y su familia una cariñosa recepción, así como una afable voz de la experiencia, la cual guardaré siempre en mis pensamientos, especialmente en este tiempo convulso de nuestra política. Hoy despido a mi correligionario, quien desde su lucidez fue testigo del redibujado electoral el domingo pasado. Sinceramente, espero que desde nuestras diferencias como chilenos podamos ser capaces de construir un mejor país, en unidad y defendiendo nuestra tradición democrática, para que ojalá en diciembre volvamos a tener un Presidente del radicalismo, tal y como lo querría Juan Luis.
Carlos Tarragó
Presidente Corporación Proa Antofagasta
Marcela Hernando
Diputada de la República