Suicidio Adolescente
El lamentable caso de suicidio escolar ocurrido días atrás en un importante colegio de Santiago no puede dejar a nadie indiferente, menos aún a quienes estamos llamados a promover las condiciones para el adecuado desarrollo de los niños, niñas y adolescentes.
La ciencia indica que el cerebro tarda 20 años en completar su maduración y mientras se desarrolla tiene una gran plasticidad y potencial de aprendizaje, pero también es una etapa de alta vulnerabilidad frente al estrés. Por ello, disponer de vínculos humanos cercanos es el factor más determinante para que este proceso de maduración avance hacia el logro de su potencial o se vea coartado y eventualmente derive en trastornos mentales.
No solo con los padres y cuidadores principales deben desarrollarse estos vínculos cercanos, sino también con otros cuidadores incidentales como familiares, educadores, vecinos, o amigos, en especial cuando los principales no están disponibles.
Para un óptimo proceso de desarrollo, estos vínculos deben cumplir con 3 condiciones: Seguridad, es decir, asegurar en todo momento la integridad física y psicológica de los niños y adolescentes; estabilidad, es decir, deben poder tener una continuidad durante el tiempo de desarrollo; y deben ser emocionalmente nutricios, es decir, deben permitirles sentir el interés y cariño del cuidador.
¿Estamos cumpliendo con estas condiciones en nuestra sociedad actual? Partiendo con la seguridad, el estudio de la UNICEF del 2012 y la Encuesta Nacional de Victimización por Violencia Intrafamiliar y Delitos Sexuales (2013) muestran que entre el 70 y el 75% de los niños, niñas y adolescentes en Chile sufren algún tipo de violencia, de los cuales alrededor del 52% sufre violencia física.
En lo referido a la estabilidad, las cifras muestran que desde 2009 se divorcian anualmente en Chile alrededor de 50 mil parejas, muchas de las cuales tienen hijos y presentan conflictividad parental. Considérese que el año 2015 las demandas de alimentos y cuidado personal alcanzaron cifras de 245 mil y 43 mil al año, respectivamente, lo cual a su vez pudiera comprometer la estabilidad del vínculo con el padre no custodio.
Por último, no contamos con datos que permitan medir la calidad del afecto en la relación entre los niños, niñas y adolescentes y sus cuidadores, pero las altas cifras de maltrato ponen en entredicho el vínculo afectivo con el cuidador que ejerce el maltrato.
Hay mucho más que hacer que sólo cumplir con estos 3 puntos, pero sin ellos, todo lo demás tiene un alcance limitado. Por ende, la promoción de vínculos seguros, estables y emocionalmente nutricios entre este grupo y todos los adultos que los cuidan, debiera ser una prioridad a todo nivel: familia, barrio, colegio, comunidad, y sociedad en su conjunto.
Debemos tomar conciencia que somos una sociedad de cuidadores y que cada uno de nosotros tiene directa o indirectamente la responsabilidad de generar las mejores condiciones para el desarrollo de las nuevas generaciones. De esto depende el futuro de nuestra nación.
Dr. Sergio Barroilhet
Médico psiquiatra. Presidente de Fundación Cuida Futuro.