La Iglesia Católica a lo largo del país en los tradicionales Te Deum de Fiestas Patrias reafirmó su posición respecto a la ley de aborto en tres causales, porque en definitiva es contraria a su línea de pensamiento religioso.
Sin embargo, la diferencia estuvo en la forma y no en el fondo de sus planteamientos al contrario de otras congregaciones cristianas, donde en un acto de similares características, las críticas a la agenda valórica del Gobierno fueron en otro tono, para algunos sectores, desmedidas.
El tema resulta relevante a la hora de plantear el debate de ideas. La democracia en sí es eso: intercambio de pensamientos, contraposición de paradigmas, pero sin descalificaciones, ni con fanatismos, ni falsos argumentos, menos llegar al uso del temor como método de persuasión.
La agenda valórica tiene defensores y detractores. El Parlamento ya entregó una normativa, ratificada en un fallo del Tribunal Constitucional. O sea, la ley de aborto cumplió con todos sus pasos, por lo que como ciudadanos estamos en la obligación de validar sus preceptos.
Esto no significa que otros grupos de la sociedad no encuentren que escapa a sus convicciones, pero para ello están las vías adecuadas para planear sus ideas en sus círculos de influencia. La democracia igual es eso: las mayorías políticas no pueden subordinar a los grupos disidentes, por lo contrario, nadie sobra en la construcción de un país diverso.
Todavía queda otro proyecto de ley -a lo menos- donde la agenda valórica otra vez nos llevará al debate, igual permeado por las propuestas de los credos religiosos, como es el caso del matrimonio igualitario.
Lo importante pasa por mantener la altura del debate, sobre todo en la búsqueda de los acuerdos, ya sea en el Congreso o dentro de la ciudadanía, que tiene igual su expresión en las distintas organizaciones religiosas del país.
La Iglesia Católica planteó sus críticas y las podemos compartir o no, pero la forma distó mucho de lo apreciado en otra ceremonia religiosa, lo que sin duda marcó la diferencia.