Vecindario de Palomas
En medio de los años que vivimos, como un paréntesis azul y misterioso, se alza la voz de los poetas para decir la maravilla de Dios y de la tierra, con sus espíritus superiores capaces de transformar el dolor en canto.
Uno de los nombres que cabe señalar entre estos mensajeros, es el de Andrés Sabella que hoy nos entrega "Vecindario de palomas", hermoso título para un libro que encierra cantos de infancia, verso pequeño iluminado por un farolillo de sortilegio. Aquí se asoma el mar, sabemos de una extraña geografía, escuchamos el tambor de unos soldaditos de plomo…
Sabella se ha encontrado con la poesía pura que nace espontánea, sin calcomanías intrascendentes. Ha mirado el poeta lo suyo y ha descubierto que hay en torno de su casa un "vecindario de palomas" en donde el amor se arrulla.
En las notas preliminares, apunta Sabella: "Más que imagen, imaginación; esto es "Vecindario de palomas" -libro escrito en embriaguez de mentira, como corresponde a un feligrés de la maravilla. No de otra forma creo yo que pueda escribirse para niños". Y después agrega: "Amo los objetos diminutos y silenciosos, los personajes cuyo nacimiento controlan los ojos de la aventura: en "Vecindario de palomas" están, como en su hogar, objetos y personajes que saben la manera de agrandar el resplandor de la infancia que todo hombre conserva, a veces ignorándolo, en las orillas de su sonrisa: para descubrirles esta verdad, también, este libro".
Comprende Andrés Sabella que es necesario tejer en torno de la infancia la maravilla del cuento, derramar el agua de una fuente escondida en la noche. Ciertamente que para escribir este libro el poeta no ha tenido otro trabajo que el de releer su pequeño libro de infancia, recordar los años de su personal sortilegio, cuando sus pasos eran más cortos y vacilantes. Este "Vecindario de palomas", ha resultado un libro hermosísimo para niño y para los grandes, porque Sabella ha sido sincero en este relato de la maravilla, de ese resplandor que como estrella de Nochebuena iluminó el cielo de la infancia.
Carlos René Correa