Trump y las relaciones de su país con Rusia
"Trump no es diplomático, de hecho normalmente dice las cosas sin haber analizado las consecuencias".
El Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ya lleva 140 días en la Casa Blanca. Lo que ha ocupado la mayor parte de su tiempo no ha sido trabajar para cumplir con sus promesas de campaña, sino que la relación de su país con la Federación Rusa. Las posibles intervenciones de Vladimir Putin en la elección y los vínculos con el embajador de Rusia en Estados Unidos, Sergey Kislyak, se han mantenido constantemente como tema de la agenda del mandatario. Y han dado paso a escándalo tras escándalo.
La primera víctima en el equipo de Trump fue su asesor de seguridad, Michael Flynn, el que en febrero renunció a su cargo (luego de solo 24 días ejerciéndolo) justamente debido a los contactos que mantuvo con el embajador Kislyak días antes de que Trump asumiera.
Luego de las intervenciones armadas de Estados Unidos en Siria y Afganistán se creó una distancia entre el país del norte y Rusia. Pero esto poco duró. El pasado 9 de mayo Trump decidió despedir al director del FBI, James Comey, invocando como razón que éste había perdido la confianza de su equipo, lo que era sostenido por el Departamento de Justicia. Lo extraño es que aprovechó la carta de despido para agradecerle por las seguridades que le había entregado de no estar investigándolo por sus vínculos con Rusia.
El New York Times, a los pocos días, publicó que Trump había solicitado a Comey lealtad, pero que éste solo le había ofrecido honestidad. También señaló que Trump le había pedido que "dejara pasar" el tema de sus nexos con Rusia. Tanto demócratas como incluso algunos republicanos señalaron inmediatamente que esto era una obstrucción a la justicia y solicitaron un juicio político contra el Presidente. Lo que consiguieron fue que se nombrara a un investigador especial para este tema, el exjefe del FBI Robert Mueller, lo que fue calificado por Trump como "la mayor caza de brujas en la historia de EE.UU.".
Como si esto no fuera suficiente, sólo unos días después, Trump se reunió con el canciller ruso, Sergei Lavrov, y con el embajador Kislyak y entregó información clasificada sobre el autodenominado Estado Islámico. Aunque en principio la Casa Blanca negó la filtración, Trump señaló por Twitter que tiene el derecho absoluto de compartir información con quien quiera.
Es de público conocimiento que Trump no es diplomático, de hecho normalmente dice las cosas sin haber analizado las consecuencias. Pero esta vez fue muy lejos. Aunque no hay suficientes razones para iniciar un juicio político -al menos hasta ahora- sí hay motivos para que los estadounidenses estén preocupados. La falta de prudencia con la que actuó Trump esta vez puso en peligro la seguridad nacional, por lo que este escándalo no se le olvidará a nadie, ni a demócratas ni a republicanos. Con el 'Rusiagate' Trump comenzó a cavar su propia tumba.
Constanza Fernández Danceanu
Abogada y analista internacional USS