Coleccionar, difícil empresa
Soy un amante del desierto y durante mucho tiempo me he dedicado a desentrañar sus enigmas. Es en el Norte de Chile donde se han escrito las páginas más gloriosas de nuestra historia, ya sea desde el punto bélico a través de la guerra del Pacífico, o desde la perspectiva económica, donde el auge del salitre transformó el desierto en vida y desarrollo industrial.
Es esa historia, la que debemos mantener, y qué mejor forma de hacerlo que escarbando su pasado. Durante mucho tiempo me he preocupé de reconstruir parte de esa epopeya mediante la recolección de variados objetos de dicho periodo.
Desde pequeño empecé a acumular monedas y cajetillas de cigarros. Al poco tiempo deseché las segundas por el olor que se impregnaba en mis manos cuando jugaba con ellas. Hasta hoy recuerdo el cuidado y mantención que le daba a mi colección de monedas. Había que darle brillo y lo único que existía a mi alcance era el pulidor de ollas Klenzo. Las monedas recuperaban su esplendor, sin darme cuenta que con cada limpieza las deterioraba, ya que se desgastaban al utilizar este polvo. En ese tiempo se vislumbraba en mi personalidad un alma de "cachurero", como se me señalaba en familia.
Como se llega a ser un coleccionista incurable nunca se sabe, ya que esta "enfermedad" comienza como muchas conocidas, en forma silenciosa y avanzar lento hasta que todo el cuerpo se encuentra infectado por el virus de la acumulación.
Soy coleccionista de un gran número de objetos, entre ellos, Latas de Té, que sobre el particular versa mi texto; además, comics y revistas de primera edición, tinteros, juguetes de lata, entradas de teatro y circos de la época del salitre, en el que hoy trabajo como supuesto nuevo libro; visores antiguos como lámpara mágica y similares; teléfonos, encendedores, mates de plata y victrolas antiguas; medallas conmemorativas y suficiente y largo etcétera.
Nota: Del libro "Tesoros del Desierto". De la colección de Andrés Medina Williams. Edición privada.
Andrés Medina Williams