En opinión de no pocos, Chile padece hoy los rigores de la desesperanza, afectado por los discursos pesimistas que impiden ver las cosas buenas, las oportunidades y los buenos ejemplos que son mayoría, pero que finalmente son eclipsados por el escándalo y aquellos que destruyen nuestra convivencia.
Hoy la desconfianza campea en las discusiones y definitivamente esa clase de juicios son valorados. Todo parece partir desde el descrédito, las opiniones son confundidas como verdades y emergen los absolutos, encendiendo una pradera fértil para la disposición de verdades a medias, conjeturas y supuestos.
El ánimo está mal en Chile y esa emoción no tiene que ver sólo con lo económico. Tiene explicaciones en la modernidad, en el triunfo del individualismo, con poco contenido, vacías de espíritu y cada vez más repletas de cuestiones desechables.
Tiene que ver con una clase dirigente que no ha entendido las transformaciones sociales del país y con muy pocas luces no ha generado políticas que construyan una sociedad que llene los sinsentidos de una sociedad cada vez menos integrada. La élite tampoco comprende el mundo: la tecnología, las migraciones, la economía, la incertidumbre y propone ofertas descontextualizadas, sobre ideologizadas, desconectadas del mundo.
Esto, y muchas cosas más, nos genera molestia, la sensación de no pisar terreno firme y conducciones que no parecen llegar a destino. Esas emociones contaminan a Chile y al mundo occidental moderno que ve con desgano su devenir, individual y colectivo.
¿Qué puede hacerse? ¿Dónde buscar respuestas? Indudablemente que en las acciones concretas, en los buenos ejemplos, que son mayoría.
Al tiempo debemos reconocer que nuestro alicaído ánimo no es bueno en absoluto para nadie, menos para los desafíos que tenemos por delante. Mantener la esperanza es prioritario, es fundamental para construir, es necesario para las nuevas generaciones y los sectores más postergados que esperan una oportunidad para salir adelante.
Chile debe sortear este espacio, lo que puede ser posible si hay convicciones.