Hoy es celebrado el Día de las Regiones, una fecha destacada desde 2009, con poco arraigo, pero tremendamente significativa para quienes vivimos en alguno de los 14 territorios de un país fuertemente centralizado.
Distintos estudios confirman que Chile es una nación casi exageradamente concentrada, al punto que ese factor ha terminado por limitar el desarrollo de todo el conjunto. De allí que expertos como Enrique von Baer, presidente de la Fundación Chile Descentralizado, hayan precisado que el país no será desarrollado, sino consigue una verdadera descentralización.
Es natural que esa visión sea primordial a la hora de evaluar nuestro presente. El futuro de Chile también pasa por conseguir mayores grados de poder para las provincias, lo que no sólo implica las esferas de la política y lo económico.
Cuando vemos que a la concentración de ingresos en Santiago se suman las universidades, colegios, empresas, instituciones de salud y otros, podemos sostener que la mejor calidad de vida se construye sólo en una parte del territorio.
Y ese espacio geográfico sigue creciendo a tasas muy por sobre el promedio, mientras no existe una visión amplia que observe a las regiones más allá de una reconstrucción bucólica y simplona.
El país aparece más ensimismado en Santiago y eso es perjudicial en el mediano y largo plazo, considerando que no se obtiene el máximo potencial de 14 regiones repartidas entre el norte y el sur, y se ahoga a los propios habitantes metropolitanos.
En tal medida, aunque se han creado los gobiernos regionales, los avances sencillamente no son suficientes. El proyecto para elegir gobernadores regionales sigue en debate y hay dudas respecto de su aplicación y puesta en marcha.
Con todo, en lo fundamental, falta crear un poder desde las propias regiones, para poner una oferta sobre la mesa y destacar el por qué es necesario avanzar en este sentido.
Aquí es fundamental el trabajo de las universidades, de la élite local, del empresariado para entender la importancia que todo esto tiene para nuestro futuro.