El proceso de refichaje que por estos días realizan los partidos políticos bien podría ser un síntoma -otro más- de los problemas que enfrenta la política y en general, las instituciones vinculadas a ésta.
La Moneda, la Nueva Mayoría, Chile Vamos, el Congreso, cualquier entidad, sea del signo que sea, está golpeada y complicada con el fenómeno del descrédito y cierta falta de épica que pueda movilizar a la ciudadanía. La encuesta Cadem mostró que el arcoíris político pasa por malos momentos: Chile Vamos (22% -2pts) y la Nueva Mayoría (17% +2pts).
En este escenario, los partidos deben cumplir una meta de casi 18 mil militantes hasta el próximo 14 de abril y si no se constituye en, al menos tres regiones contiguas o en ocho discontinuas, será declarado como disuelto, poniéndose así en riesgo su existencia legal. La Ley de Partidos Políticos, dicha condición es requisito fundamental para que las colectividades puedan recibir el financiamiento entregado por el Estado, uno de los aspectos clave de la nueva disposición surgida tras los sucesivos escándalos por el financiamiento ilegal a la política.
¿Qué explica este problema?
Difícilmente podría sostenerse que el umbral exigido por el Servicio Electoral es difícil (500 militantes para el caso de la Región de Antofagasta, por ejemplo). El asunto va por el ya citado descrédito de las tiendas y la despolitización partidaria de la sociedad en la que parecen consolidarse comportamientos individuales, más propios de consumidor, por sobre los criterios de clase social, tal como se entendió el vínculo o rol de las personas en las décadas recientes.
De allí la irrupción de movimientos que aparecen y desaparecen en pos de un objetivo específico y la suerte de crisis en las instituciones que pretenden entender y modelar al ser humano y la sociedad.
Lo preocupante es que los partidos son necesarios, pues precisamente surgen de un colectivo, rompiendo con lo individual, es decir, alejan la posibilidad de populismos, al proponer un prisma con respecto a la sociedad que se busca y principalmente cómo realizarlo, sin caer en los arrebatos de un líder carismático.
Salvar la buena política es fundamental para el futuro.