La primera novela de una voyerista de la mente
Victoria Valenzuela es porteña, psicóloga y su libro "Con permiso para amar" escarba en la frustración de una mujer que busca la maternidad sin los resultados que espera el molde social. A ella también le pasó. La Universidad San Sebastián lanzó dos tomos con la historia reciente del país, entre 1960 y 2010. El equipo dirigido por Alejandro San Francisco comparte un adelanto sobre la vida a mediados del siglo XX, bajo el gobierno de Jorge Alessandri.P2-3 La vida del líder de Nirvana reaparece como documental en Netflix. "Cobain: Montage of Heck" lo produjo su hija Frances Bean y lo dirigió Brett Morgen.P4
El tema de la infertilidad y sus bemoles fue el que escogió Victoria Valenzuela para su primera novela, "Con permiso para amar" (Ediciones B). El libro le permitió a esta psicóloga porteña exorcizar el mal sabor que le trajo su propia búsqueda de la maternidad, entre zozobras matrimoniales, interrogantes y esclarecimientos al ritmo de maratones.
Inquieta y curiosa. Así se define Victoria de niña. Nació un día de invierno en el Hospital Alemán del Cerro Alegre, en Valparaíso. Se recuerda corriendo las quebradas menos conocidas, como las que unen los cerros Esperanza con Recreo Alto, o caminando por los faldeos de la emblemática población Lord Cochrane, todo bajo eternos veranos. Aparte de las excursiones también leía, dibujaba y tocaba el piano.
"Inicié la mayor cantidad posible de actividades que el acotado presupuesto familiar permitiera o que mi colegio ofreciera, en una búsqueda de experimentar por experimentar. Muchas veces el mundo adulto no lo comprendió y me rotularon con el término de inconstante: siempre empieza algo y nunca lo termina. Hasta los 12 años esta incomprensión me dolía, pero afortunadamente con el tiempo dejó de frustrarme y me liberé", recuerda Victoria, que hoy vive en Estados Unidos.
-¿Cómo te iba en el colegio?
-Una disparidad total. Mis padres nunca sabían qué iban a encontrarse en el certificado de notas. Destacaba en todo lo relacionado con Lenguaje y Artes. En eso mis resultados eran sobresalientes. También me iba muy bien en Biología e Historia. Pero en Matemáticas y Física era un desastre. Nunca entendí nada. Hasta el día de hoy. Con respecto a mi comportamiento, era relativo. Sigo siendo insoportablemente dispersa.
-Cuando saliste de cuarto medio, ¿qué querías hacer?
-Fue una época difícil. En mi familia los recursos siempre fueron escasos, era un mandato implícito saber tomar elecciones "con futuro". Reconozco que hubiese querido estudiar una licenciatura en Arte, pero no me atreví. Me aterrorizaba tener que depender económicamente de alguien para hacer lo que yo quisiera y opté por seguir una carrera que me interesara y que me diera las herramientas para labrarme un camino por mi cuenta. Así entré becada a la universidad y terminé la carrera de Psicología.
-¿Por qué Psicología?
-Quería una carrera que me nutriera no solo de conocimientos, sino que de experiencias. Que me abriera un mundo nuevo de contenidos. Reconozco que soy una voyerista de la mente y de sus complejidades. Y esto se puede ver retratado en mis personajes, que van y vienen con sus conflictos existenciales.
Alejarse del rebaño
Cuenta Victoria que el título de la novela alude a la "necesidad profunda que siente una mujer por liberarse". En su caso fue romper moldes que la atraparon por años buscando ser madre y encontrar su espacio "en una sociedad clásica y tradicionalista, que condena a las ovejas que se alejan del rebaño y las aísla. Ana, la protagonista, toca fondo tras la frustración y decide cortar con todo para volver a sentir su propio cuerpo. Un cuerpo que había abusado hormonalmente y al que había maldecido por ser infértil".
-¿Qué opinas de la excesiva medicalización de la esterilidad?
-Es un fenómeno que se produce por las normas sociales a las que estamos expuestos como individuos y que resultan incuestionables, como la paternidad. Desde pequeños nuestro entorno nos inculca que tarde o temprano nos convertiremos en padres y eso se va introduciendo en la mente hasta que lo hacemos propios. Por ende, cuando existe un diagnóstico de infertilidad y siempre que tengas los medios económicos para pagarlos, entras en un tren de tratamientos del que no sabes cómo vas a terminar.
-Como psicóloga y habiéndolo vivido, ¿de qué manera empieza a socavar la esterilidad la salud mental de una pareja?
-En la medida que la maternidad o la paternidad se transforma en una obsesión. Y es difícil que no se convierta cuando hay tanto que se empeña en esta odisea. Las conversaciones comienzan a ser monopolizadas por quién del círculo cercano está embarazado, quién está en planes de adopción o cómo reunir los millones que se necesitan para un próximo intento. Por experiencia propia, con los años comienza a instalarse una especie de estado de ánimo pegajoso que se asemeja mucho al resentimiento, por culpas y recriminaciones acumuladas en la pareja.
-¿Cómo es el proceso de estigmatización que se vive?
-Con mi pareja lo vivimos como una especie de muerte social. Lentamente, salimos expulsados de nuestros círculos por no compartir las experiencias y preocupaciones de las familias con hijos. Lo cierto es que cada vez nos sentíamos más fuera de contexto en las conversaciones y el sentimiento de carencia se acrecentaba aún más en nuestros corazones. Por este motivo, decidimos reinventarnos y armar una vida nueva, nuevos amigos, nuevos sueños, nuevas aventuras y hasta un nuevo país donde vivir, que es Estados Unidos, en Washington, donde residimos actualmente. Fue como un renacimiento.
-¿De qué manera la infertilidad minó en algún momento tu esencia femenina?
-Durante los años de tratamientos me sentí menos mujer por no ser madre. Y a veces hasta el día de hoy tengo que lidiar con ciertos pensamientos que se me introducen en la mente pero que responden más a un patrón social. A veces quisiera olvidar cómo me sentí en ese período. Mi autoestima quedó por el piso y mi cuerpo se transformó. Llegué a subir 20 kilos por sobreestimulación hormonal, líquido y ansiedad. Cada mes me cortaba más el pelo hasta que me quedó corto como un hombre. Fueron años negros…
-¿Y cómo te reencontraste con tu cuerpo y tu identidad?
-Fue todo un proceso de sanación. Comencé por iniciar un camino de coaching ontológico en Newfield Network donde trabajábamos la coherencia entre el cuerpo, las emociones y el lenguaje. Recuerdo que una noche no podía dormir y me daba vueltas de un lado al otro hasta que sentí una especie de llamado interior. Sin pensarlo, me puse las zapatillas y comencé a correr. Corrí y corrí la madrugada más fría del año 2013. Y no paré más. Un año después corrí mi primer maratón y ya llevo tres en el cuerpo, además de haberme iniciado en la disciplina del crossfit para poder mejorar la potencia de mis piernas.
Lecturas y planes
Por estos días Victoria está leyendo "Hombres desnudos", novela de Alicia Giménez Bartlett que ganó el Premio Planeta 2015. Se declara fiel lectora de Milán Kundera y de Sándor Marai. A nivel nacional sigue el trabajo de Pablo Simonetti y el de Alberto Fuguet. Sobre sus proyectos, trabaja intensamente en su segunda novela. "Aborda una realidad contemporánea totalmente diferente, está escrita en un formato radicalmente distinto a 'Con permiso para amar'. No quiero adelantar mucho, pero posiblemente a mediados de año podría estar en condiciones de ser presentada".
-¿Qué temas te interesan para tus ficciones?
-Yo les escribo principalmente a las personas despiertas. No importa si es un oficinista, una dueña de casa o un bailarín. Dirijo mis esfuerzos a aquellas que viven la vida reflexionando, constatando y se aventuran por el camino que sea, apasionadamente. Aquellas que se plantean preguntas grandes, cuestiones que aquejan el alma y que no temen a mirar a la muerte de frente. A ellas les escribo.
Cómo era Chile en la previa de las revoluciones
Victoria Valenzuela
Ediciones B
258 páginas
$14.900
"Con permiso para amar"
un retrato de kurt cobain hecho por su hija
KU
CULTURA & TENDENCIAS
19 de febrero de 2017
suplementoku.cl
Por Amelia Carvallo
Camila Hurtado
el mercurio