Hallaron los restos de mujer "fondeada" en el sector Caleta El Cobre
El martes 21 se cumplirán 34 años de que fueron hallados los restos de Juan Guajardo Burgos, en la llamada Caleta El Cobre, junto a la Avenida Edmundo Pérez Zujovic. Comenzaba así a conocerse uno de los homicidios más violentos de la historia criminal antofagastina, que todavía no es aclarado por la justifica y, por tanto, sin culpables conocidos.
La víctima, nacida el 14 de octubre de 1950, había llegado desde Santiago hacía un par de años y en el momento del fatal desenlace vivía en la calle Chuquisaca. Durante el día su vida transcurría en las peluquerías del centro, mientras que en la noche bailaba en boite con el seudónimo "Sandra Le Roy". El cadáver de Juana Guajardo estaba irreconocible y amarrado con una cuerda de nylon a un riel usado como tope de una vía ferroviaria, razón que hizo presumir que los hechores querían hacer desaparecer el cuerpo en el fondo del mar.
Esta situación llevó a que los policías y la prensa llamaran al caso como el de la "mujer fondeada". En fecha posterior al hallazgo, la Brigada de Homicidios de la Policía de Investigaciones, estimó en seis días la fecha de la muerte, pero no lograba identificar a la víctima. Esto sólo fue posible gracias a una gargantilla colgada a su cuello, la que fue reconocida por amigos de la víctima. Fue, sin dudas, pieza clave para develar su identidad.
Según expresa la investigadora académica Lilith Kraushaar en el artículo "Crimen y exhibición de prostitutas en el norte de Chile. Producción y uso de las imágenes del cuerpo de mujeres asesinadas" (Revista Aisthesis de junio de 2013, de la Pontificia Universidad Católica de Chile), "al igual que el resto del país, Antofagasta, en 1983, se encontraba en plena dictadura militar con un violento control policial y una fuerte influencia moralista de la Iglesia católica. En su constante desviación de la atención de conflictos sociales, atropellos, abusos y crímenes, la crónica roja y el espectáculo revisteril se utilizaban ampliamente como distractores".
En los meses siguientes, la prensa especuló sobre las posibles razones de la muerte de Juana Guajardo: tráfico de cocaína, ajuste de cuentas, crimen pasional perpetrado por algún personaje importante, revelación de información secreta que los aparatos represivos de la época quisieron acallar, el suicidio. Esta última hipótesis fue desechada por la autopsia que reveló como razón de la muerte "asfixia por inmersión", o sea, fue lanzada al mar cuando aún estaba viva.
El velatorio se realizó en la sede de la organización de los peluqueros y luego los restos fueron llevados por sus familiares a Santiago, donde fueron sepultados en la Bóveda manzana L1, nicho 222 del Cementerio Metropolitano.
El tema encabezó los titulares de parte de la prensa hasta el mes de julio, período en que la trama del crimen fue calificada como "un rompecabezas" y "enigma" en cuanto a las razones del homicidio e identificación de los victimarios. Mientras la policía investigaba el hecho, amigos de Juan Guajardo levantaron "una animita" en el sitio donde fueron hallados sus restos. Lentamente la pequeña edificación fue copada con numerosas placas de agradecimientos por "los favores concedidos" por la "mujer fondeada".
Cuando en 2005 el Ministerio de Obras Públicas inició la construcción de la nueva costanera central de Antofagasta, hubo creyentes que alertaron sobre la posible desaparición de la "animita". Sin embargo, en la obra se respetó el sitio, uno de los de mayor peregrinación popular de la ciudad.
Hoy es posible observar que numerosos antofagastinos acuden al lugar para encender velas, hacer rogativas, instalar alguna figura de la virgen María, fotografías de la víctima, recortes de diarios y hasta pesebres. El caso de la "mujer fondeada", se une a los de Evaristo Montt y Elvira Guillén, como ejemplos de devoción popular en Antofagasta.
Isidro Morales Castillo*
antofagasta con memoria
"En fecha posterior al hallazgo, la Brigada de Homicidios de la Policía de Investigaciones, estimó en seis días la fecha de la muerte, pero no lograba identificar a la víctima. Esto sólo fue posible gracias a una gargantilla colgada a su cuello, la que fue reconocida por amigos de la víctima. Fue, sin dudas, pieza clave para develar su identidad."
*Isidro Morales es académico Escuela de Periodismo UCN y
Magíster en Ciencias Sociales