"Cincuenta sombras más oscuras"
Con un nuevo director y con el mismo esquema que oscila entre una historia para adolescentes y señoras que buscan algo de escándalo controlado, la secuela de 'Cincuenta sombras de Grey' aparece en cartelera sin concitar ni un ápice del revuelo que tuvo su primera parte.
Y es que 'Cincuenta sombras más oscuras', la esperada secuela de la saga basada en las novelas escritas por E.L. James, en realidad es una película que -salvo un par de escenas de sexo sádico y elegante, que a estas alturas no impactan a nadie- funciona mejor como una historia romántica tratando de conciliar el mundo de la tímida Anastasia Steele (Dakota Johnson) y el multimillonario Christian Grey, que tiene una serie de perversiones asociadas a la dominación y el sadismo levemente controlado.
Primero hay que entender que esta secuela nace a partir del éxito de la novela 'Cincuenta sombras de Grey' que, en su versión cinematográfica, era una torpe indagación en el sexo y los placeres culpables. Esta continuación aparece dos años después, basada en la segunda parte de la trilogía de novelas eróticas escritas por E. L. James entre 2011 y 2012 y cuya tercera parte debería estar en cartelera en 2018.
La primera curiosidad que nos trae esta secuela es su realizador, James Foley, quien alguna vez fue un director de prestigio, sobre todo por haber dirigido un capítulo de la serie 'Twin Peaks' y tener dos filmes notables: la comedia '¿Quién es esa chica?' y 'El precio de la ambición'.
Al hacerse cargo de esta segunda parte se evidencia que su talento quedó reducido a los deseos de los productores en tratar de mantener (y elevar) la tensión sexual que supuestamente une a los protagonistas, algo que no se logra jamás porque al igual que en la primera parte, no es creíble el comportamiento de Christian Grey frente a la dulce Anastasia Steele, quien esta vez comienza a darse cuenta que desea cada vez más las lecciones eróticas que le proporciona el millonario.
La segunda curiosidad radica en el tono de la película: pasados los primeros minutos, que son divertidos y sirven para recordarle a los espectadores los acontecimientos esenciales de la anterior, todo se convierte en un relato solemne, con un estilo pausado y rutinario, donde se anticipa todo lo que vendrá. Para colmo, la secuencia final, a parir de un accidente en avioneta, está tan mal resuelto que resulta irritante para los espectadores que buscan mayor osadía de un producto que debió entregar más de lo que prometía en su tráiler.
La única curiosidad agradable la trae el personaje de Anastasia Steele, porque ha crecido y se demuestra más segura de sus actos, resistiéndose un poco a los caprichos de Grey, dejándose desear y jugueteando a ser niña mala, oportunidad que permite lucir al conflictuado multimillonario su físico de gimnasio, tratando de lograr que éste controle su adicción a las perversiones sádicas que, insistimos, no pasan de ser unas bonitas postales eróticas al estilo de Hollywood, es decir, mecánicas y debidamente fotografiadas.
De este modo, la hermosa Anastasia aparece como un personaje muy al estilo de los tiempos políticamente correctos que vive la industria: es fuerte, busca su independencia laboral, trata de hacerse una carrera en la editorial y evita ser manipulada por el seductor Christian Grey que la acecha y la controla.
Por eso, en esta película Anastasia y Christian tratan de encontrar el amor y jugar un poco al sadismo, mientras que a su alrededor merodean los que serán piezas claves en la tercera parte de la saga: el jefe abusivo de Anastasia que es despedido por tratar de abusar de ella y la mujer que inició sexualmente al multimillonario y sigue tratando de sacar provecho de dicha situación, en una mediocre interpretación de la veterana Kim Basinger, quien sí supo brillar en el subgénero del softcore con la recordada 'Nueve semanas y media'. La que no aporta para nada en este conjunto es una joven ex amante de Grey, que trata de reconquistarlo de manera burda y poco convincente.
Sin lugar a dudas lo que salva del absurdo y del ridículo a todo el asunto es la bella Dakota Johnson, porque sabe sortear lo inverosímil del argumento gracias a su natural encanto y seguir adelante con un papel que es intragable. En contrapartida, lo peor de la película -más que su superficialidad y previsibilidad- es la carencia de sexo, la falta absoluta de un erotismo que impregne el ambiente, sobre todo si se considera que éste es un producto que se promociona a partir de una audacia que no existe y una provocación que nadie encuentra por ningún lado.
Paradójicamente, si ésta hubiese sido una película romántica sería una excelente posibilidad de entender cómo una chica puede llegar a enamorarse de un tipo poderoso que arrastra un pasado turbio, aficionado a los juegos de sumisión y a los juguetes sexuales.
Victor Bórquez
Escritor, docente y
comentarista de cine