La tragedia provocada con los incendios forestales, igual que otras calamidades que enfrenta habitualmente nuestro país, parece mostrarnos dos bandos irreconciliables, una muestra de la preocupante división que ahoga a muchos compatriotas.
Mientras miles de chilenos sufren, otros se dedican a culpar al gobierno, la oposición, las empresas, los mapuches, convirtiendo, en especial las redes sociales, en un campo de batalla de opiniones absolutas.
Esta es una de las imágenes más tristes que hoy ofrece el país, a la vez que un síntoma concreto de la desconfianza generalizada y el triunfo de la voz individual por sobre la colectiva.
Chile parece a ratos una nación dividida entre bandos irreconciliables.
Lamentable, triste, pero una realidad cada vez más común. Hoy parece evidente que cualquier hecho es capaz de encender la mecha de las acusaciones a todo quien parezca un enemigo.
Afortunadamente, y al mismo tiempo, el país nos muestra una resiliencia que asombra y conmueve. Entre los más afectados está la convicción de salir adelante, la misma que llevan adelante los bomberos de todo Chile que exponen sus vidas, para salvar la de otros.
Por estos días vemos a personal de Carabineros de Chile, del Ejército, brigadistas de Conaf y personas anónimas, que prefieren salir en ayuda y trabajar por los demás, porque es lo ético y lo más humano.
Ese es el Chile profundo, el que no quiere olvidar la solidaridad tremenda que siempre nos ha caracterizado a lo largo de los años y que ha sabido levantarse una y otra vez ante tantos desastres de la naturaleza.
Ya lo hemos dicho, vendrán los días para buscar responsabilidades, para juzgar lo que se hace de manera correcta y aquello que tiene que modificarse.
¿Cuál Chile privilegiaremos?
¿Aquel que es capaz de levantarse e ir en ayuda de los demás, o aquel de los que seguirán empeñados en levantar divisiones?
La decisión no es colectiva, siempre será personal. Se trata de una convicción íntima que exige compromiso y convicción firmes.