La La Land: Ciudad de sueños
Periodista, Magíster en Edu. Escritor, Académico U. A.
Estamos en presencia de uno de esos títulos que, definitivamente, se convierten en clásicos instantáneos, momentos prodigiosos de buen cine que tributan homenajes sinceros a los grandes géneros de los años dorado de un Hollywood que, por fortuna, todavía cree en los sueños multicolores que ofrece el musical en cinemascope.
Con una secuencia de apertura brillante, rodada en un único plano secuencia, se hace un guiño desde la entrada a un filme de culto que solo los cinéfilos de corazón recuerdan, "Las señoritas de Rochefort", que Jacques Demy filmó en 1967 con Gene Kelly como uno de los protagonistas. Porque cuando los conductores se encuentran atrapados en un taco en la carretera que llevan a Los Ángeles, no hay nada más lógico que salgan de sus coches y comiencen a bailar y cantar
La referencia a Demy no es casual: el director francés hizo del trabajo del color, la iluminación y el vestuario parte esencial de su puesta en escena, transmitiendo los estados anímicos y los quiebres emocionales de sus personajes con una capacidad impresionante para seducir a los espectadores. Lo mismo que hace el director Damien Chazelle (Wiplash) en este magnífico filme, llevando al delirio visual una historia que es un tributo a la nostalgia al mismo tiempo que es un drama en sordina de dos personas que viven en un mundo que no sabe reconocer sus talentos.
Lo más notable es que Damien Chazelle no esquiva trabajar con uno de los géneros en desuso - el musical- que cada cierto tiempo reflota y sobrevive porque se encuentra instalado al igual como sucede con el western, en maneras específicas de entender la cultura, Y al igual como lo hizo el francés Jacques Demy, hace su cine mirando directamente el pasado esplendor del musical estadounidense clásico, ése que patentó Hollywood en sus años de luces, poniendo a sus personajes en un lugar mitificado como lo es Hollywood, la ciudad de las estrellas, la fábrica de ilusiones.
Así entonces 'La La Land' opera como un mecanismo de nostalgia (dentro y fuera del relato) en el cual la adorable Emma Stone sueña con lo que toda chica hace en un lugar como Hollywood: triunfar en el cine y convertirse en una estrella a la antigua, de ésas que eran inalcanzables para el público común y corriente; paralelo a ello Ryan Gosling, que baila tan bien como hace cine violento con otros directores, anhela alcanzar el éxito tocando jazz al estilo de John Coltrane o Thelonious Monk. Es decir, dos soñadores en la ciudad de los sueños, teniendo de fondo un pasado espectacular y filmado como si esto fuera una ensoñación, con colores puros, con escenarios idealizados y con una banda sonora exquisita.
De este modo, gran parte de la belleza de 'La La Land' radica en que se pone a contracorriente: no aspira a ser un filme "rebelde", ni contestatario. Muy por el contrario, con toda legitimidad el director ofrece un espectáculo de nostalgia, de añoranza de un pasado glorioso, hablando de aquello que no se ha logrado obtener, creando así una agridulce experiencia tan adictiva en su visualidad como estimulante en su tratamiento argumental.
Porque si bien es cierto se trata de añoranza por el pasado, el director está absolutamente consciente de cuánto ha cambiado la sensibilidad de los espectadores y del cine mismo y la secuencia que hace referencia a 'Rebelde sin causa' es clave: al igual que ayer, los jóvenes añoran la seguridad mirando las estrellas desde el observatorio Griffith, en los cerros de una ciudad idealizada, Hollywood.
Plagada de premios, favorita en todos los festivales y directa a ganar más de un Óscar de la Academia, esto no resta valor al trabajo fílmico de Damien Chazelle, porque él ha creado una estupenda concepción escénica, trabajando un deliberado argumento a la antigua y haciendo guiño a otra obra maestra del cine que solamente los cinéfilos saben reconocer como es 'Golpe al corazón', el extraño y fascinante musical de Francis Ford Coppola, que hace 35 años pasó inadvertido,
'La La Land' es, simplemente, buen cine. Un cine a la antigua, en desuso, contra la tendencia, que se da el gusto de realizar notables referencias a filmes clásicos y que se permite números musicales bien diseñados y mejor resueltos como producto fílmico. Estamos en presencia de una película grande, hermosa, sensible, necesaria de ver con calma, que nos recuerda por qué el cine es mejor que la vida misma.
Víctor Bórquez N.