"Antofagasta"
No surgió al alero de una fuente de agua o un rio, que decidiera su posición, como es lo frecuente en todas partes del mundo. Surgió a pesar de su ausencia y desde allí marcó lo que sería su sello permanente una lucha persistente por ser, pese a toda adversidad.
Su condición de bahía favorable para el traslado de minerales, su partida de nacimiento real, la transformó a muy poco andar en un variopinto campamento con rostro de puerto hacia donde, con una rapidez sorprendente, se volcaron gentes venidas de todas partes para participar de esta nueva California de plata, salitre y cobre sucesivamente.
Suficientemente lejos de Santiago como para no ser tomada en cuenta y demasiado cerca del ministerio de hacienda como para no ser permanentemente estrujada al máximo, en su condición de gallina ponedora de huevos minerales, esta ciudad ha crecido a tumbos, a ritmos que han impuesto las sucesivas vetas y sus sucesivos cierres.
A diferencia de otros puertos y ciudades nunca hemos gozado de los favores de algún gobierno o un líder que nos diera "una manito" un empujón que nos acelerara en el desarrollo. Todo ha sido gracias al empuje de los que nos consideramos antofagastinos esa mezcla rara de amor y odio por lo que es nuestro. Nosotros los que con orgullo la vemos crecer y con nostalgia vemos como la vamos perdiendo en lo que eran nuestros cotidianos ritos de antogastinidad.Nosotros los que nos negamos a que los bandejones centrales de cemento sean pintados de verde como burdos remedos de una vergüenza que no es nuestra.
Instalados en este borde precario entre montaña y mar dormimos siempre alertas entre tsunamis y aluviónes y aun así hemos construido la capacidad, no siempre valorada, de explotar al máximo los subsidios que nos otorgó la naturaleza .Siempre los minerales, ahora, la radiación solar, nuestra limpidez de cielo y la astronomía, nuestra condición de puerto pacífico con una enorme espalda atlántica, el mar que desalamos y transformamos en sosiego para la sed de siempre. Hemos hecho y seguiremos haciendo todo lo necesario para que la naturaleza, en una primera mirada tan adversa, juegue a favor nuestro en un ejercicio de creación y esfuerzo diario que no muchos pueblos pueden mostrar.
Esto nos ha hecho, a ratos, toscos, duros, parcos, no es fácil levantarse todos los días pensando cómo ganarle a la adversidad, pero también nos ha hecho resilientes, emprendedores, y corajudos, ¿cuántos como nosotros, habrían logrado vivir a 400 kilómetros de la fuente de agua? ¿Cuántos vivirían a 200 kilómetros de ninguna parte?
Pero, ahora hay que enfrentar la adversidad, quizá la más grande, que construyen los propios hombres, esa que define que el centro lo merece todo y la periferia muy poco. Con una mirada del territorio que entiende que el ombligo es el órgano más importante del ser humano y el resto está todo al servicio de este falso centro. Mirada que se hizo lugar común a lo largo de nuestra historia y que ahora deberemos abordar como nuestra gran limitante deberemos crear nuestra propia geometría ,con todos los de la periferia, para decirle al centro que su geografía política ya no soporta las demandas del país que vive fuera de los muros imaginarios, pero extraordinariamente concretos, que ellos levantaron en torno a su metropolis como una reiteración absurda desde los tiempos de la colonia y que hoy la globalización a echo pedazos.
Nuestra gran tarea de ahora en adelante es hacer que los nuestros anhelen quedarse en nuestra tierra. Que nuestros jóvenes sientan que aquí hay suficiente espacio para sus sueños y sus legítimas demandas de calidad de vida. Esta no es una tarea fácil, nunca lo ha sido, pero si no la emprendemos el sueño quedara inconcluso habremos hecho gran parte del trabajo pero nos faltará el cierre que dará sentido a todo este largo ciclo de esfuerzo y sacrificio, que nuestros nietos quieran correr por nuestras plazas, tal como nuestros abuelos lo soñaron algún día.
MErcurio 110 años