"Hemos alcanzado un nivel de
MENSAJE Este es el escrito de S.E. publicado en el libro 'Antofagasta la Región que soñamos'.
Durante el último cuarto de siglo, Chile ha avanzado hacia un horizonte de modernización económica e institucional y de fortalecimiento de nuestra cohesión como sociedad. Desde la recuperación de la democracia hasta la instauración de las bases de un sistema de protección social, hemos ido modelando un país que a partir de la solidez de sus fundamentos económicos, puede ir abordando las tareas que el bienestar de nuestros ciudadanos y ciudadanas requieren.
Pero la medida de este desarrollo no puede ser lo que ocurre en la capital: la medida de este progreso debe ser aquello que logran nuestras regiones, y de qué manera el progreso nacional se refleja a nivel local, generando mayores índices de bienestar, justicia, oportunidades y crecimiento en cada territorio.
Territorios que, a su vez, enfrentan procesos de cambios a veces acelerados, desafíos propios que debemos enfrentar poniendo el acento en lo local.
Antofagasta, región minera y generadora de parte importante de nuestra riqueza, ha tenido un proceso muy propio de transformaciones, donde el auge de la minería ha producido transformaciones económicas, demográficas y urbanas profundas y aceleradas. Esto ha sido así a lo largo de nuestra historia más larga, pero también en las décadas más recientes, donde por años el cobre ha sido el motor de un crecimiento acelerado, que ha llevado a la región ingresos por sobre la media nacional, pero que, también, ha contribuido a generar brechas sociales preocupantes dentro del territorio.
Enfrentarlas se ha convertido en un reto principal para una tierra dura, pero donde han sabido convivir y conciliar sus intereses las grandes empresas y los trabajadores. Esa misma capacidad debe ser puesta en juego para que la comunidad antofagastina pueda abordar en conjunto y con éxito la compleja tarea de equiparar el progreso, el crecimiento y las oportunidades entre sus habitantes.
Y nuestra apuesta es que sean las mismas regiones las que puedan tener un rol creciente en las decisiones que modelarán su crecimiento.
Como país, hemos cerrado un ciclo e iniciado uno nuevo. Hemos alcanzado un nivel de desarrollo que exige dar un salto en las bases económicas y productivas para seguir avanzado; nuestras políticas sociales, en gran medida, han ido dejando atrás el enfoque asistencialista y comienzan a tomar de manera incipiente pero sostenida el camino del universalismo; y hemos elevado los estándares de nuestras instituciones, aunque nuestro sistema político evidencia un cierto agotamiento reflejado en la abstención electoral.
En cada uno de esos ámbitos debemos abrir nuevos caminos, muchos de los cuales aún no conocemos. Pero hay uno en el que sí podemos hacer más y lo podemos hacer desde hoy: recuperar la confianza en la política y su capacidad para definir qué rumbo queremos tomar entre las diferentes opciones que existen en nuestra sociedad.
Parte de la tarea está hecha. Los niveles de transparencia y probidad de la política y de las instituciones son mayores que nunca antes, pero los cambios son recientes y necesitan tiempo para consolidarse. Sin embargo, es necesario avanzar aún más para inaugurar una agenda de buen
gobierno, que asuma que
hoy los ciudadanos demandan un mayor control sobre sus autoridades, que ya no basta con poder participar en su elección, sino que exigen incidir de manera mucho más directa en el ejercicio gubernamental.
Esa exigencia aumenta aún más en los territorios. Chile es un país con democracia en la base, a nivel local, y en su cúspide, a nivel de autoridades nacionales, pero aún mantenemos un severo déficit democrático en el nivel regional. La sensación de las regiones de estar sometidas a las decisiones de la capital tiene un fundamento razonable y evidente, porque parte importante de los caminos que se puedan seguir se inician en las regiones, desde sus fortalezas productivas, sus capacidades institucionales, sociales e intelectuales y desde la decisión de sus comunidades.
La democracia regional es entonces una asignatura pendiente, pero en la que estamos avanzando. En su momento enviamos la iniciativa legal al Congreso para establecer la elección directa del jefe del ejecutivo regional y ella está hoy en trámite, habiéndose generado un amplio acuerdo para avanzar en esta tarea.
Una tarea esencial para fortalecer las regiones y sus opciones de desarrollo en un marco nacional, exige tener autoridades generadas por sus propias comunidades. Y estoy convencida también que es un camino muy potente para reconstruir la confianza de los ciudadanos en la política, a partir del poder que significa elegir.
Este es el camino de democracia y prosperidad que buscamos para Antofagasta y su planificación minera, para decidir especificidades necesarias en educación técnica, para contribuir, en toda potencia, al desarrollo integral de nuestra patria.
desarrollo que exige dar un salto"
"Antofagasta, región minera y generadora de parte importante de nuestra riqueza, ha tenido un proceso de transformaciones, donde el auge ha producido transformaciones profundas"."
"La capacidad debe ser puesta en juego para que la comunidad antofagastina pueda abordar en conjunto la tarea de equiparar el progreso, el crecimiento y las oportunidades"."
MErcurio 110 años