AMOR Y PAZ DR. ANTONIO RENDIC
"La paz sea con vosotros y amaos los unos a los otros como yo os he amado", decía Jesús a los Apóstoles. No olvidéis que la paz y el amor son las llaves maestras que abren las puertas del cielo y de la tierra, porque nada hay ni nada se resiste a la voz humilde de la paz y a la tierna y persuasiva del amor.
El que ama al prójimo ama a Dios. Y el que ama a Dios no muere: vive eternamente en su corazón.
Demos para recibir, amemos para ser amados y estrechemos nuestros corazones en un abrazo largo y sincero que nos ate de uno a otro polo.
Servir es darse un poco cada vez, amar es darse siempre. ¡Amémonos!
Ama la paz, porque la paz es trabajo y progreso.
A su sombra se templan los espíritus y el pan es más sabroso.
Nada hay que escape a su varita mágica. El corazón se purifica en su llama bienhechora y se vuelve diáfano como la luz.
Amando la paz se llega a Dios con un hatillo de buenas obras en la mano, porque el que ama sirve a los demás, y el que sirve al prójimo sirve a Dios.
La paz es lazo que une a pueblos, razas y naciones y los vuelve comprensivos y tolerantes. A su sombra sopla la fragua y el trabajo es la oración que sube hasta Dios desde el corazón agradecido de los hombres.
El humo que escapa de las chimeneas y dibuja arabescos en el aire, es una oración que sube al cielo. Y el golpe del combo sobre el yunque, el más hermoso himno que jamás se haya escrito.
Cuando la paz impere en el mundo, estallarán en rosas los rosales, aromarán los riscos y los hombres hablaremos el mismo idioma: El del amor.
Las fronteras serán simples hitos y la tierra, la gran patria de todos. Nos comprenderemos mejor y nos respetaremos los unos a los otros; un mismo ideal nos unirá a todos y el amor será el lazo espiritual que nos ate para siempre.
Cuando haya paz la palabra hermano tendrá su verdadero significado. Y no habrá odio, ni dudas, ni recelos, todos confiaremos en todos y viviremos dispuestos a servir al necesitado, a consolar al que sufre y a levantar al caído; las penas de los otros serán nuestras penas y las alegrías de los demás, nuestra propia alegría.
Cuando haya paz en el mundo, reinará el amor. Entonces, todos seremos hermanos, hijos de un mismo Padre Celestial. Y vendrá el progreso, las fábricas producirán el doble, los campos rendirán el ciento por uno y el pan abundará en la mesa de los pobres; no habrá distinción entre negros y blancos y entre amarillos y cobrizos y la sangre no volverá a manchar la bendita tierra en que vivimos.