Las cifras eran impactantes, duras y vergonzosas. Los calificativos no son antojadizos cuando se trató de analizar una realidad tan difícil de asumir como es el número de niños y adolescentes fallecidos en la Red de Apoyo del Sename durante los últimos 11 años.
¿Qué nos pasó como sociedad que llegamos a esta tragedia? Aunque parezca increíble, son 865 menores a nivel nacional que murieron por diversas razones, dejando una secuela de dolor irreparable en sus familias, su entorno y en un país que debe exigir explicaciones claras y concretas.
La realidad en la región es igual de dramática y de pesar, con 32 casos de niños que fallecieron, según datos de la propia institución que incluyó un cruce de información entre el Registro Civil y el Servicio Médico Legal, tanto en los programas directos y alternativos de entidades dependientes del Sename.
El asunto ha perdido el foco público por estos días, pero sigue analizándose. En efecto, la investigación del Ministerio Público por el caso podría ampliarse, según lo precisó el fiscal Marcelo Sambucetti -quien pertenece al equipo que dirige Marcos Emilfork-, tras interrogar como testigo a la directora de la entidad, Solange Huerta.
Entre las indagaciones a realizar se encuentran el cómo se elaboró la lista por parte el Sename, además de interrogatorios a eventuales responsables de algunas muertes.
Se trata de un ejercicio necesario que la sociedad debe hacer por medio de los organismos competentes.
Es cierto, no hay esfuerzo que pueda recuperar el dolor de cada una de estas vidas perdidas, ni menos encontrar una solución lógica a un drama que nos remece con dureza, pero es necesario ahondar en cada uno de los casos y saber qué pasó.
Detrás de cada deceso, hay una historia, sufrimiento y rostros de niños y jóvenes, con nombres y apellidos.
En un análisis más profundo, el tema va mucho más allá del Sename y es necesario dar una mirada a fondo como sociedad y país. Esto no puede volver a repetirse. Jamás.