"Doña Inocencia"
Hace días, anduve cerca de la Estación del FCAB, hoy hecha un desastre por la desidia, allí en calle Valdivia. Llegué donde estaba el quiosco de Doña Inocencia, negocito que muchísimas veces visité para comprar alfajores, galletas azucaradas o las exquisitas "cocadas". O bien "Cherry", "Bidú", "Tronja" o "Agua Seltz". Allí, cuando era chico y apenas alcanzaba el mostrador para gastar unas monedas.
Doña Inocencia, -la dueña del quiosco- era una anciana que marcó la vida de muchos en el barrio. Su acento confirmaba su nacionalidad boliviana, llegó desde Cochabamba, como contaba. Buenísima dicción y rico vocabulario. Con ella supimos que nuestras "crispetas", en Bolivia las llamaban "pululos"… Y que las damas "pitucas" de Sucre, las conocían como "pipocas". Hoy, son nuestras "palomitas de maíz".
Era su quiosco el último recurso para viajeros olvidadizos. Tenía un mundillo de cosas en frascos, cajas, repisas. Como las maletas del "falte", pero mucho más surtido… Sobre todo de cigarrillos "Liberty", "Capstan", "Flag" y los modestos "Richmond" o "Cabañas".
A Doña Inocencia se la llevó el último convoy del "Longino". Y sus luces se apagaron cuando dejó de llegar el tren de Mejillones, allá por 1975, el Internacional de Bolivia o el de Argentina. Sin ella, el quiosco cambió de rubro: fue una zapatería. ¡Hoy no hay nada!
Me quedé largo rato acunando episodios y recuerdos. Me pareció volver a oír el pito de las locomotoras echando humo negro y creí ver los "cancheros", esperando pasajeros para cargar su equipaje. Sonó en mis oídos el grito de ¡Huasca atrás!, que incitaba a los cocheros a lanzar latigazos cuando nos colgábamos de sus coches. Vi el desfile de mejilloninos" (les decíamos "pupo con arena"), que venían a la ciudad a hacer diligencias… Hasta que la voz de la anciana, con su acento de abuela, me ordenó con firmeza, pero con ternura: ¡Vaya a estudiar, moledera!
Le obedecí a Doña Inocencia, pero no vine a hacer tareas… ¡Vine a escribir esta "Linterna"!
Jaime N. Alvarado García