Ya confirmada la salida del intendente Valentín Volta, la Región está a la espera de quién será la nueva autoridad regional, la quinta en ocho años… La séptima en la última década.
Ese número ya nos habla de que estamos en presencia de un problema: la falta de continuidad en los proyectos políticos locales, para que al menos superen los cuatro años de ejercicio presidencial. Hoy los intendentes, no son los líderes de las regiones, ni sus representantes, sino funcionarios del poder central, lo que los deja en una situación débil, ya que son cambiados si su evaluación no es buena.
Así se explica que entre los criterios para su permanencia estén incluso los resultados electorales del bloque, ya que se entiende que el jefe regional es además, el líder político de la coalición de turno.
La salida de Volta Valencia tuvo mucho que ver con eso, cuestión que dificulta hacer un análisis más o menos objetivo de esta gestión. El trabajo desarrollado por Volta fue en general de bastante mesura. Se trata de un hombre que dialogó y cultiva buenas relaciones, pese a los evidentes incordios con sectores parlamentarios.
Cierto es que cometió errores en la elección de su gabinete, no ofreció un plan de desarrollo concreto, hubo silencios en materias relevantes, al tiempo de dar poco espacio de acción a cada una de sus carteras, pero también debió enfrentar situaciones complejas como el problema de la contaminación, los campamentos, o la mejor inserción internacional de la región, aspectos que debe cuajarse en el futuro.
Por esto es difícil evaluar un trabajo que fue breve en el tiempo y que no tuvo un plan de navegación claro y conocido por la comunidad o los principales actores regionales. Un exceso de personalismo fue complejo para su desempeño, aspecto amplificado por su falta de experiencia política en primera línea.
Por todo lo anterior siempre queda la convicción que lo ideal es contar con un cargo elegido, lo que es un compromiso presidencial. Sólo ello permitirá que el intendente responda a su región y no al gobierno central, los parlamentarios o los intereses particulares de los partidos.